miércoles, 24 de diciembre de 2008
viernes, 19 de diciembre de 2008
Antigua Estación de Trenes de Concepción, Chile
En estos días volveré, las cosas no estarán igual, tal como la antigua estación, la ciudad no será la misma, pero estoy seguro que su aire, su atmósfera, una extraña esencia inmaterial no habrá cambiado. Pues más allá de cuan lejos pueda ir, de cuantos caminos me dé por recorrer, nunca podré negar que fue aquí el lugar en el cual encontré un hogar por primera vez.
sábado, 13 de diciembre de 2008
Un giorno come tanti
Aún resuenan los ecosde la tormenta del día anterior. Calles anegadas, tráfico suspendido en ciertas zonas, y el río amenazando con desbordarse. Al menos en consideración a la emergencia, decidieron suspender la huelga del transporte público. Piensa, tratando de darse ánimos.
En pocos minutos, luego de un desayuno a la rápida, un añejo café recalentado y jugo de naranjas, salió a la calle en silencio. Embutido en su chaqueta, con la bufanda tapándole la exalación para capear el frío, sale a la calle. Frio húmedo, que sin ser tan intenso, no deja espacios para entrar en calor, y no hace sino entumecer a todos quienes se aventuran a comenzar el día.
Camina, medio cabizbajo, unos pasos bajo una fría llovizna, deteniéndose en el mismo lugar de siempre, a esperar el autobus. Luego de quince minutos, deciende del móvil, en una estación del Metro, y aborda el tren hacia uno de los extremos de la ciudad. Rumbo al este hasta la estación terminal, en la periferia. Camina unos 200 metros, y se detiende a esperar un nuevo autobus bajo la fría llovizna gris.
En torno miradas anónimas, automóviles cansados devolviéndose por el cierre de la vía. Los árboles movidos por una ligera brisa. Pequeños charcos color tierra formados por la lluvia, restos de paraguas y periódiocos esparcidos por el doquier. Todo en medio del reino de la humedad.
Luego de unos breves minutos serpenteando por un camino tímidamente inundado, que más asemejaba a un área rural, que a una ciudad, finalmente llega a su destino. Junto a una buena cantidad de personajes variopintos, de orígines diversos y que se comunican en lenguas ininteligibles. Frente a ellos, la tosca presencia de la sede central de inmigración de la "Questura".
Un edificio horrendo, desagradablemente funcional y estéticamente insultante. Emplazado en medio de un área sub-urbana carente servicios y equipamiento urbano. Una zona donde no ni siquiera hay veredas, un teléfono público, una banca para sentarse o un café donde comprar algo para comer o beber. Más asemeja a un reformatorio o a una industria en desuso que a una repartición pública. Con sus gruesas rejas metálicas y un mar de cemento, sin ninguna clase de gusto, en ausencia de manteniemiento. Como si la fealdad fuese un valor que quisiese comunicarse. Generando una atmósfera deprimente.
lunes, 8 de diciembre de 2008
jueves, 4 de diciembre de 2008
Del vacío al olvido - 3
La ambigüedad permanente de no poder vislumbrar que está sucediendo, la ceguera constante de no haber sabido nunca nada concreto. Viviendo a tientas, en las sombras, entre ruidos, palabras, aromas y confianzas; en la ausencia de constancias, y el exceso de promesas. Recurrentemente, la nostalgia por los días que no llegaron a ser. El vacío, la sensación molesta de haber vivido esto antes. El vacío. La ausencia de sentido. La falta de entendimiento. La nada. Cual si solo eso hubiese sucedido, en el abrir y cerrar de ojos en que imaginó un sueño. Nada.
Todo continúa su marcha tediosa. De vuelta a lo de siempre. Nada. Algunos bailán con la fea, otros se aburren de hacerlo con la hermana, y otros simplemente se ponen a bailar sin música, ante la curiosa mirada del resto. Algún esbozo de sonrisa. Miradas apáticas. Rostros vacíos, gestos sin significado. La vida continúa.
¿Ella?, de vuelta a su vida, después del breve paso por el hotel, que por cómodo que sea no se compara con el calor del hogar. El volviendo a la falta de la suya. En verdad, cuando se es nómade por accidente, cuando estamos cansados, nos detemenos o seguimos a la intemperie rumbo a ningún lado, cuan agodedora nos peude parecer la tibia habitación de un hotel. ¿Qué hacer?, ¿dónde ir luego? Se acabó el dinero, y el sol huyó hace semanas. Recogen el decorado, se llevan la publicidad, apagan las luces y cierran el local. Recordando tan sólo una vieja canción de un tal Lennon: "... dream is over, what can I say? Dream is over, yesterday."
domingo, 30 de noviembre de 2008
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Aun sin nombre
Lo de siempre. Se sirve una taza pequeña, ofrece a los demás, sin una buena acogida, pues el aroma a café ligeramente quemado no es muy grato. Menos para quienes se han criado en medio de un culto al café, los padres del espresso.
La mañana avanza con tranquilidad. Está helado, humedo. El roció aún baña la superficie de la calle, aunque algunos rayos de sol salen a alegrar el día, sin lograr entibiarlo. El aire, levemente pesado, denota que la noche anterior se estuvo fumando en este departamento.
Camina lento, un par de pasos, haciendo sonar las pantuflas contra el mármol del piso. Abre el refrigerador. El sonido seco de una gota cayendo en el lavaplatos recién desocupado, se confunde con el ruido de la goma de la puerta del refrigerador separándose de su cuerpo, como si fuera una ventosa.
Saca su acostumbrado yoghurt de frutillas de Vipiteno, en el Süd-Tirol. Sirve un vaso de jugo de naranja, limón y zanahoria, y pone a tostar dos panes. Junta las cosas en una bandeja, y se dirije al comedor. Su pareja de amigos está terminando de desayunar. La mañana parcialmente nublada, se desenvuelve con rápida normalidad. Por ahí uno leyendo las noticias, mientras ella se entretiene ensimismada en su Vaio, detrás de sus particulares anteojos blancos.
sábado, 22 de noviembre de 2008
Del vació al olvido - 2
Los días continuarán. A cada periodo de sol le sobrevendrán noches nubladas como esta, y a cada aguacero el renacer de una mañana despejada, sin importar demasiado si seguimos aquí, o no, para contemplarla.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
lunes, 17 de noviembre de 2008
Le prime parole
Vogliamo o no. Consapevolmente o meno. Anche se ci pentiamo dopo, in qualche momento di svista, di qualche modo inaspettato, succede qualcosa a partire la quale niente tornerà ad essere come di solito. Senza importare se è feroce come un incidente, effimero come uno scambio di sguardi, o radicale come una decisione. Nonostante l'illusione della reciclabilità, esiste ancora un certo ordine di cose che non possono essere ricuperati.
Quindi, il rischio della vità risiedi in traversare queste frontiere invisibili, particolarmente quando non si è disposto a tollerare loro conseguenze. Un giorno, una mattina di sole come tante altre, tornerà la fortuna a vita tua, magari in mezzo una semplice passegiata, e non potrai fare come se non fosse mai succeso.
domingo, 16 de noviembre de 2008
Sombras en la ciudad
Se levanta cansado, con una ligera sensación de amargura que no sabe identificar. Algo no va bien, y él evidentemente no está comprendiendo que cosa es. Entra al baño, se lava la cara, mirándose en modo interrogativo. Recorre con mecánica lentitud los oscuros metros del pasillo que separan su pieza de la cocina. Prepara un café, se sirve un vaso de jugo de naranja y saca un yoghurt del refrigerador.
Se oye aún el rumor del secador de pelo, en el otro baño. Sonríe. Los demás comienzan lentamente a despertar. Se encuentran en la cocina, rostros somnolientos. Se saludan con cierta frialdad. Se respira, sino una tensión, al menos una extraña sensación de incomodidad. Sin ocurrir nada en particular, sin llegar a decirse ningún tipo de declaración específica, ayer parece haberse cruzado una de las tantas fronteras indefinidas, que marcan un punto de no retorno.
Sin entender muy bien, ni saber exactamente qué, sabe que desde hoy, hay algo que no volverá a ser igual. Llegó a estas lejanas tierras hace exactamente un año, cargado de esperanzas, proyectos, una ciega convicción y una maleta roja de 35 kilos. Comunicándose apenas, con su lengua tarzanesca y escasa, luego de un par de semanas dando bastonazos de ciego, arrastrando el cansancio de no ver resultados postivos, por las calles adoquinadas de la ciudad entre edificios vetustos, llegó al lugar que se convertiría en su hogar, gracias a una enorme casualidad. Quizás Dios exista después de todo, pensó.
sábado, 15 de noviembre de 2008
Del vacío al olvido
miércoles, 12 de noviembre de 2008
En todo comienzo suyace el germen del final - 3
Cae lenta la noche sobre la ciudad. Despierta de la hipnosis televisiva, sin saber bie que pensar. Quiere certezas, cerrar círculos, comprender el sentido de las cosas, empezar a vivir dejando el pasado atrás. Escapar de este enjambre donde se mezcla todo, superponipéndose imégenes, días y personas. Abandonar el laste de vidas pasadas que se arrastran con cada nuevo día, con su halo grisáceo y corrosivo. Cortar por lo sano. Terminar las conversaciones a medias. Sacar a la luz los mensajes entre líneas. Exponerse de verdad. Mandar, quizás, todo al carajo.
Intentar escribir es siempre una buena opción, cuando no se logran articular verbalmente las ideas que navegan difusas por la mente, en una conversación. O bien, cuando el tiempo y la distancia tornan absurdo el pronunciar palabra alguna, impidiendo hablar mirándose a los ojos. No es, tal vez, la mejor forma de desahogarse, ni de solucionar algo, pero da la tranquilidad de impedir las interrupciones.
Ahogándose en un vaso de agua a medio llenar, de un par de torpes aletazos, echó abajo la pobre construcción que comenzaba a levantarse. Quebró la magia, rompió el encanto. La decepción cubrió rapidamente el sitio de la oscuridad, y de la atracción se pasó velozmente al hastío.
La noche en plenitud. Notas suaves de una guitarra triste deambulan por la habitación, sala, comedor, a espaldas de la ciudad dormida. Tendido sobre la cama, sillón, fumando, sin más ánimo que el suficiente para dejar pasar el tiempo. El té enfriándose a un costado de la vela. Ideas repetitivas, imágenes desteñidas, proyectos irrealizados envejeciéndose gracias a la falta de constancia. Libros silenciosos aguardando ser leídos. El eterno conflicto entre la grata tentación de ir a dormir y no querer que vuelva a amanecer. El fin cada vez más cerca.
sábado, 8 de noviembre de 2008
En todo comienzo subyace el germen del final - 2
viernes, 7 de noviembre de 2008
Un día en la via - 5
Quien sabe, es posible incluso, que luego de esta inmovilidad petrea las cosas tomen un giro inesperado y nada vuelva a ser como solía. Por lo pronto, continúa la mecánica repetición de rutinas para darle sentido a los días. Quizás el viejo, y mal comprendido Federico tenía razón y "la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre."
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Un día en la vida - 4
La quietud es apena interrumpida por ruidos intermitentes de pajaros lejanos. Inevitablemente le vienen a la cabeza imágenes de infinidad de noches similares. Extrañas, frias, solitarias, e inmóviles. Noches de otro tiempo, cuando el mundo era otro, y la vida era distinta.
Siguiendo su porfía llegó donde jamás pensó que podía hacerlo. Cada vez más lejos, se multiplican las posibilidades ir cada vez más allá, hasta perderse. Sin embargo, persiste una multitud de cosas que parecen no haber cambiado en absoluto, y que lo atan a su lugar de origen.
Más allá de la caducidad de ciertos fanes, o del cambio de planes; de la decoloración de algunos sueños, del enmohecimiento de algunas ideas, o de la oxidación de la voluntad. Aquellos elementos que 20 años atrás descansaban en la base que generó todo el movimiento posterior, continuán presentes inalterablemente. Puede resultar extraño, pero sustancialmente de ello no ha resuelto nada.
Se ha movido cuanto ha podido, ha caminado por toda clase de senderos, ha cambiado cosas de lugar, se ha desplazado, ha vuelto sobre sus pasos, ha envejecido, se ha hastíado, ha iniciado situaciones finalizando otras, ha construido y destuido, se ha entregado y ha tomado a cambio. No obstante, todo el aparente cambio, no ha hecho sino dejar las cosas sutancialmente en el mismo estado. Podrá haber conocido muchas canciones, pero vuelve una y otra vez a escuchar una y otra vez las mismas melodías de antaño.
martes, 4 de noviembre de 2008
En todo comienzo subyace el germen del final
Podría comprender el sentido implícito de frases lanzadas en determinadas circunstancias, podría entender gestos y declaraciones de intenciones y deseos. Pero, ¿cómo hacer para comprender una situación, cuando la ausencia de eventos se multiplica en la ambigüedad del silencio?. Cuando los días no dicen nada, cuando las actitudes se hunden en el anonimato y no se sabe si lo que iba a ser será, o si lo que no, puede llegar a ser.
Con la sensación de haber sido olvidado, como una hoja en un vendaval, le inmoviliza no saber cual es el estado de las cosas. Ciego y sordo, no se atreve a decir palabra por temor a arruinar lo que a sus espaldas se podría estar incubando, sin tener certeza de lo que es, sabiendo que optar por la quietud y la inercia es en sí una acción. El acto de la inmovilidad, la opción del silencio.
¿Qué actitud adoptar ante las cosas cuando se desconoce en que estado están?. Contradictoriamente la única certeza que se vislumbra es la constante presencia de la incertidumbre, haciendo oídos sordos a lo que se intuye.
Continuará
viernes, 31 de octubre de 2008
La costumbre del vacío - 10
lunes, 27 de octubre de 2008
La costumbre del vacío - 9
Cuanta fragilidad. Basta con una mirada, para desarmar su afán de olvidarla. Sigue ahí, a una llamada de distancia, a un par barrios de su habitación, y a vidas enteras de la suya. La nostalgia cíclica de la posibilidad de haberla tenido a su lado es suficiente para que nada vuelva a cobrar sentido.
Sin pretender librarse de la desgastadora inercia del tiempo perdido, con un hilo remoto de confianza en el porvenir que se niega a morir, continúa aquí. Inmóvil. Fumando. Inútil. Sin ánimo ni energía. Esperando a que las cosas cambien, se decida a aparecer o se desvanezca. Nada cambia, nada ocurre. Todo se revuelve, los días se gastan cual si no existiesen, Las estaciones siguen su andar continuo, indiferentes, envejeciéndole. Finalmente, la totalidad prsea de un movimiento que lo deja todo igual.
jueves, 23 de octubre de 2008
Un día en la vida - 3
martes, 21 de octubre de 2008
La costumbre del vacío - 8
El azote tosco de una árida ventolera del desierto norteño como marco permanente ha quedado tempranamente en el olvido. Añadiendo un par de nuevas arrugas a la prematura vejez de su cuerpo. Nuevamente, bajo la mirada cansada de la luna en decadencia, comienzan a agotarse las reservas energéticas acumuladas durante largas semanas deambulando por la enorme diversidad de rincones que guarda muda la sequedad infinita del desierto.
El iluso amago de una historia verdadera se deshizo entre la inmensidad sin nombre, borrada por el viento incesante. En cierta medida se siente trasplantado a un momento que no parece pertenecerle en absoluto, como si el alma hubiese despertado de un letargo imperceptible en una era ajena. Extrañamente el acostumbrado vacío de la pérdida, ha dejado lugar a la limpieza de un cuaderno en blanco, esperando escribir sus líneas con lápices que aún no han sido creados.
Ahora la labor de la paciencia no consiste en aguardar el final, como de costumbre, sino por el contrario crear los medios para construir un comienzo. Carente de estructuras, proyectos y planes, en el espacio vacío que queda al otro día del final, quizás sea tiempo de reinventar una rutina, imaginar un futuro y empezar a trabajar para llegar a él.
Cuantos damnificados queden de este cambio de era, no tiene ninguna importancia, ya no constituye un lastre ni una carga, de hecho no son más su responsabilidad. Indiferente a los restos botados al costado de tanto camino recorrido, ha llegado a un momento donde se abre todo un horizonte, sin sentimiento alguno de culpa. Es extraño, no hay duda, pero el tiempo lo situó en un lugar donde ya no prolifera, como antaño, la corrosiva costumbre de la autoflagelación. Las recriminaciones parecen parte de una historia antigua, carente de realidad. De ahora en más, algo de materialidad, frío pragmatismo y largarse a vivir la vida por el mundo.
Los sueños de amores inconclusos y futuros irrealizables, se quedaron prendados de algún valle solitario junto a las sombras alargadas de un atardecer eterno. Quien sabe, tal vez por fin pueda comenzar a andar sin esa molesta sensación de haber errado el camino. No por nada los senderos y las bifurcaciones distractoras han terminado, fundiéndose en un llano interminable, en una planicie perpetua. Apenas el último eslabón de una adolescencia rancia sobrevive aún a la contundencia del fin. Como un fósil adherido a una roca dormida.
sábado, 4 de octubre de 2008
Un día en la vida ... - 2
Una vez menguada la intensidad de las precipitaciones, continuó raudo la marcha, intentando descontar segundos a su atraso involuntario. En pocos minutos estaba ya cruzando el río, a un costado del ponre roto, rumbo a Trastevere. Se detuvo un segundo a fotografiar el espacio entre la ruina del puente y la isla tiberina, sin lograr captar la atmósfera que andaba buscando. Por fortuna, a este punto, la lluvia había cesado.
Los diez minutos siguiente los aprovecho, caminando rápidamente, para secar sus ropas. Acompañado de una constante sensación de retardo, no lograba inhibir el florecimiento de la molestia de estar perdiéndose parte de la obra, tan solo por haber tomado la desición equivocada. Subió decididamente las escaleras del monte Gianicolo, y en un abrir y cerrar de ojos estaba sobre la explanada donde se emplaza la Real Academia de España y su envidiable vista de la ciudad.
Contrariamente a lo que esperaba, con sus escasos 10 minutos de ratardo, en una ciudad como Roma, él era el primero de su grupo en llegar. Recorrió el lugar con la mirada, poca gente a esa hora de la mañana. Entró duditativamente a mirar el templete de Bramante, luego volvió sobre sus pasos y se dirigió a la entrada. Los estaban esperando, indicándole las escaleras del fondo. Ligeramente confuso atraveso la galería, hasta llegar al salón desde donde el eco de la conferencia. Cogió una carpeta de manos de una amable joven de Salamanca, de mirada transparente y el rostro iluminado por una sonrisa amplia, mientras le indicaba la puerta de entrada.
Se sentó, tal como lo hacía desde sus años de colegio, en la parte posterior de la sala. Sacó su cuaderno, y un lápiz. Buscaba rostros familiares, un tanto desconcertado. ¿No se habrá equivocado de conferencia?. En eso vio al profesor, con su aire de auto-suficiencia, sentado adelante junto a una profesora de Bologna. Un poco más allás, hacia la derecha del recinto, un par de estudiantes de la universidad tomando apuntes. Poco después, llegan juntas dos compañeras, el día y la noche, el orden y el caos, la planificación y la improvisación; una extraña mezlca de carácteres que parecía funcionar bastante bien.
jueves, 2 de octubre de 2008
Un día en la vida ...
Sin pensar, mecánicamente, bajó velozmente las escaleras, salió a la calle y se dirigió a comprar el ticket del autobus donde la Tabaccaia. Recién cuando vio irse en la lejanía al 63, tomó conciencia que no todo sucede simplemente por el hecho de repetir rutinariamente los pasos. Quizás en Suiza sí, pero en Italia, claramente no.
Una pequeña ventolera, su bus alejándose, un pequeño gentío agolpándose en la pareda, y un bus con otro recorrido acercándose. ¿Qué hacer? Las opciones son, dejarlo pasar y esperar el próximo 63 que debería pasar en 15 minutos más; o bien, coger este, cambiar la ruta y entregarse un poco a la improvisación.
Quizás impulsado por un día que ya se asomaba extraño, optó por lo segundo, sin aún tener claro donde bajarse para hacer el transbordo. En 20 minutos ya estaba desenciendo en la Estación Termini, donde tomó el metro; y 10 minutos más tarde estaba saliendo por las escalas subterráneas en "Circo Massimo", a los pies del edificio de la FAO.
Caminó unos pasos. Se paró frente a la parada del autobus intentando dilucidar si alguno lo acercaba a destino. Error. Debía caminar un buen trecho. Justo antes de termianr su faena, sintió el golpe frio de una gruesa gota de lluvia sobre su cabeza recién rapada. - Minchia -, se dijo, con evidente acento sudamericano, mirando al cielo. Una robusta masa de nubes negras se movía sobre su humanidad, mientras lejos en el horizonte, extendía un cielo azul, y nubes blancas.
En pocos segundos, los esporádicos goterones se multiplicaron rápidamente, como si se tratase de una reacción en cadena, cual si la nube sobre su cabeza hubiese explotado. Antes de que termianara de cruzar la calle, en dirección al río, ya estaba absolutamente empapado. Caminaba con obstinada determianción, buscando refugio al abrigo de los árboles, mientras se repetía una y otra vez. - Debí esperar el 63.
martes, 9 de septiembre de 2008
Ocaso
Tímidas, las primeras luces del alba, apenas trajeron consigo un manto de nubes ligeramente grises. Se respira esa extraña atmósfera, donde se confunde el comienzo con el final. Las ventanas han comenzado a golpearse y los arboles a moverse. Los quejidos de las nubes grises, comienzan a botar sus primeras gotas aun tibias.
viernes, 29 de agosto de 2008
Fábrica de ruinas - Roma
Con mayor detención es posible observar también, unas marcas de techumbre y ventanas. Estas corresponden a edificios de un barrio entero mandado a destruir durante el gobierno de Benito Mussolini para crear los Foros Imperiales, entre los años 1924 y 1940.
Las columnas que se ven a un costado de la estructura fueron armadas en los años '20 en el lugar que ocupaban las casa destruidas. Es posible observar, además, muros de ladrillo que corresponden a las nuevas construcciones para reforzar las estructuras antiguas.
Finalmente, en la última imagen se oberva los trabajos de demolición del barrio que daría origen a la via Imperial, y a los Foros Imperiales, "cuya recuperación y restauración escenográfica se realizó con el ideal de continuidad histórica de la Roma fascista con la Época Imperial." (Presentación de la exposición "L’invenzione dei Fori Imperali: Demolizioni e scavi: 1924-1940")
martes, 29 de julio de 2008
lunes, 28 de julio de 2008
La costumbre del vacío - 7
II
Hoy se siente particularmente solo. El breve espacio de su departamento se le hace insoportable. Se siente al margen de todo el torbellino que alguna vez prometió en convertirse en su vida. Extraviado en aquella fría inflexión del devenir, entre la certidumbre de un anónimo futuro estéril y la posibilidad de largarme lejos, sin que nadie llegue a notarlo.
Dentro, una molesta inquietud revuelve amargamente la constatación de la total falta de movimiento. Apenas el sonido de una radioemisora, que le recuerda otro tiempo, se atreve a interrumpir el silencio de una noche inútil. Brotan por todos lados sombras aburridas de personas que alguna vez pasaron por ahí. Mares silenciosos de rostros, recuerdos, palabras mudas de conversaciones interrumpidas. Tanta gente que los zarpazos del paso del tiempo arrojó a una infinidad de caminos, intrincados y de rumbos desconocidos. Lejos. ¿Cuántos lazos se cortaron?, ¿cuántas llamadas se ahogaron en el miedo a dar la vida por alguien?
No es únicamente el estar, efectivamente, sin compañía. Ni que sea el aniversario de su nacimiento. La lucidez que dan los años deja ver con nitidez que el vacío se ha incrementado. Cual si estuviese en los descuentos, soñando con dar vuelta el partido para lograr la clasificación, el tiempo pasa desvaneciendo las esperanzas, aguardando el momento adecuado para poner la lápida. Lleva cuatro años negándose a morir, a rendirse. No obstante ya no parece haber nada más que hacer que esperar el pitazo final.
La permanente constelación evanescente de sonrisitas pululando ha comenzado su proceso inexorable de extinción. Sólo quedan ecos de promesas al aire, el aroma lejano de perfumes en desuso, el recuerdo de enredos de sábanas, un puñado de fotografías amarillentas, y extraviadas libretas de teléfonos empolvándose en alguna caja en el fondo de la bodega. Todo listo para el fin.
Las opciones son sólo dos. Quedarse a reafirmar la derrota, la muerte del espíritu, o irse a vidas completas de distancia. Cerrar este cuaderno y partir a buscar un resto de vida a alguna parte. Sea lo que fuere lo único inalterable es la soledad.
Lentamente, invisible e inevitable, llega la lluvia a interrumpir la quietud lánguida de un verano opaco. Se cierne el invierno sobre nuestras vidas, cual si ya no quedase espacio para albergar una esperanza. Los sueños sepultados en el gris de una ciudad inmóvil. El amor carcomido por la indiferencia reducido a la negligencia del acostumbramiento. Van a comenzar los próximos cuarenta tediosos años de una vida rutinaria, con escasas luces. La actuación, finalmente, sin aplausos, ovaciones, ni pifias, parece haber llegado a su fin.
2003
domingo, 6 de julio de 2008
La costumbre del vació - 6
I
Tal como escribí alguna vez en hojas ya perdidas en el olvido, cualquier comienzo confundido en el ocaso, ¿nace un día o se sella un destino?. Todo comienza y muere a la vez. Sentado al sol frío de un fin de año muy extraño, en un paréntesis que le dio la costumbre de perpetuar la falta de vida, mira alrededor. Se extienden solitarias las sombras jóvenes de un domingo inmóvil. En silencio, como en un escenario preparado horas antes del inicio de la obra, todo sigue en orden. Limpio. Vacío. A la espera de la marcha continua de las horas, envuelto en un quieto manto de incertidumbre, en la antesala de un cambio radical.
La magia quedó colgada, como un trapo viejo, en las ramas desnudas de los recuerdos adolescentes. Los años no pasaron en vano. Los días ya no resultan sorpresivos y maravillosos, como en los años en que brillaba el sol sobre nuestras cabezas. Hoy en día, todo es más lento, predecible y mecánico. Cual si en un cambio generacional le hubiesen restado todo protagonismo relegándolo a papeles secundarios en la obra de nuestras vidas.
Ella va a estar presente, es evidente. Probablemente remueva sin saberlo un par de sentimientos añejos y trasnochados, pero ya sin influencia en el mando de su estado de ánimo. Se va a ver hermosa, distante y alegre, como siempre. Pero apenas alcanzará para despertar una tímida sonrisa nostálgica. Es demasiado tarde. Pero, ¿de que extraños rincones emana esta sensación de inquietud?. Será acaso que más allá de cualquier constatación empírica o conclusión lógica, aún le tememos al poder de lo inesperado.
domingo, 15 de junio de 2008
Fragmentos inconexos - 4
Noviembre, al medio día.
No es errado suponer que el sitio al que debe llegarse buscando la esencia de lo que se era no debiera estar lejos del lugar donde se consumó la fuga. Lo problemático surge cuando, al volver a abrir los ojos hacia atrás, se constata que tal lugar dejó de existir hace ya demasiado. Mientras enceguecidos en sus afanes mundanos, irreflexivamente, sólo se piensa en llegar lo más alejado posible del punto de partida. Sin querer, ni saber como hacer para volver algún día.
Considerando el particular sentido del humor de la vida, en estos momentos, cuando resulta imposible obviar la presencia predominante del vacío, parece no quedar más alternativa que buscar entre los vestigios de lo que alguna vez los expulsó. Atisbos, sombras silenciosas, alguna luz, un recuerdo empolvado, una razón, por mínima que esta sea, que le de algo de sentido al hecho de seguir, tras cada nuevo montón de días inútiles, viviendo en este mundo. Si en un inicio fue huir para rehacerse, una vez rehecho o al menos de pie, necesariamente se ha de volver a la raíz para ver donde ir luego.
Pero deteniéndose a analizar. A pensar un poco, ya saben, a desentrañar los enredos de su desempeño en esta vida, finalmente qué le ha dejado el paso de un cuarto de siglo por el mundo, sino la amarga sensación de haber desaprovechado la gran mayoría de sus días.
Se han vivido, tal vez, los 25 años más infructuosos que se puedan vivir. Llegando al estado de sentir el paso de los días con indiferencia, alimentando el desapego bajo la inercia plana del tiempo perdido. Cada nueva mañana levantarse, como suele hacerse, para repetir una y otra vez una rutina que ayude a estructurar el paso de las horas. Viendo desvanecer, con total displicencia, lo poco de real que va quedando dentro. Obsesionado con la mecánica manía de seguir esperando encontrar el espacio extinto donde se forjó hace ya incontables años algo verdadero. Pero sin hacer nada concreto para lograrlo, más allá de buscar refugio, escuchando los sonidos más bellos en las cada vez más breves cavernas de soledad.
Aún se conserva la certidumbre de que la belleza es lo único capaz de devolverlos al lugar donde el espíritu asfixiado consigue salir a mirar el mundo. Si bien, esta vez, la belleza no vino con ella, al menos alcanzó para remover un poco la paciencia inconmovible de la estructura pétrea de su andar por la tierra. Dejó entrar tibios rayos de luz sobre el lomo de su alma dormida. Un breve arrebato de belleza, como un flash en la noche, se coló intruso, justo por la abertura donde la tristeza rompió el cerco.
2001
miércoles, 11 de junio de 2008
Fragmentos inconexos - 3
III
Diciembre, medianoche
El clásico cigarrillo consumiéndose lento entre sus labios aburridos. La mirada tan extraviada como la de muchos otros. Una sutil expresión de cansancio. Afuera una noche inhóspita de luna llena reflejándose en la fría humedad de calles desiertas.
La sensación de vivir el tedio de una vida superficial y sin sentido envenenando los momentos de ocio y descanso, hasta lograr aburrirlo por completo. En el rostro una expresión lánguida, pero sin dejar de sentir una presión interna, como si algo en su subconsciente tuviese la certidumbre de que perdió el rumbo.
Los años apresurándose en desvanecer los sueños, dejando el amargo sabor del fracaso en la conciencia, y unas enormes ganas de llorar. Olvidar, dormir y despertar, con quince años menos, para comenzar de nuevo. Para empezar a hacer bien las cosas.
Música “anglo-deprimente1” inunda la habitación, la oscuridad le nubla el sentido. Intenta articular una idea coherente, mas las palabras han perdido su relación con las cosas de este mundo. Quisiera poder expresar el tropel de sentimientos que de tanto reprimir, esperando el momento adecuado, se solidificaron en su interior negándose a salir. Por ahí el temor a que solo emanen desgarrándolos. Por ahora se confunden con las paredes de cada arteria, se entrelazan con cada tejido.
El humo azulado escapando sutilmente de la habitación. “Paranoid android” llegando a su fin. La noche en silencio. Afuera, perros lejanos llamando a la luna. Se queda tendido, inmóvil, con la vista fija en ningún lado.
2001
1 Radiohead o Coldplay, por ejemplo.
martes, 3 de junio de 2008
Fragmentos inconexos - 2
II
Junio, 9:45 de la mañana
Cada una de las esperanzas condensadas como gotas inútiles, sobre el aburrimiento de vidrios perezosos, se funden resignadas en cualquiera de estas perdidas mañanas exasperantemente similares.
Nada verdadero por hacer, nada nuevo que decir. Cierta inmovilidad silenciosa y brutal. El mundo podría venirse abajo, esta ciudad podría desaparecer devorada por la tierra, pero todo continuaría tediosamente igual. Los minutos no detienen su continuidad perseverante.
El sol se levanta de su letargo de varios días, no sin cierto cansancio. Hoy podría ser perfectamente ayer. Un día más, un día menos, que importa. Quizás ya sea mañana, o quizás no sea nada todavía, da igual.
Prendida en el subterráneo de la conciencia, una luz de esperanza insiste en verme, a futuro, feliz. Afuera pasan los años, las estaciones, las décadas. Todo con extrema rapidez. No hay tiempo de digerir un tiempo demasiado ajeno. Sin embargo, aún así no ocurre nada. Todo se mueve para terminar igual.
El viento paró, la amenaza de un cambio se evapora con las gotas de lluvia que dejó abandonadas el temporal por estos lados. El sol volvió, la vida continúa. Debo trabajar. Todo igual. La esquizofrenia del mundo nos vuelve inmóviles.
2001
viernes, 30 de mayo de 2008
Strange Days
Todo en menos de una semana. Se respira una singular sensación de final, de clausura, como si se estuviera en una bisagra temporal, como si llegara a su fin algún capítulo de una novela anónima. Extraña particularmente porque estamos a fines de mayo.
Sin embargo, e inspirado en su triunfo electoral, comenzaron los ataques y golpizas a inmigrantes por parte de los grupos de extrema derecha. Primero, el ataque, quema y saqueo de campamentos gitanos, promovidos por la mafia, en Nápoles. Luego unos 20 neo-nazis atacaron a plena luz del día, en un barrio de Roma, numerosas tiendas de inmigrantes, golpeando duramente a uno de Bangladesh, y amezando a los colectivos sociales que funcionan ahí.
Un par de días después, cuatro neo-facistas con palos y cadenas a un par de estudiantes de izquierda, que retiraban unos afiches de este grupo en una, siendo repelidos por una veintena de estudiantes quienes destozaron su automóvil.
Todo ante la mirada negligente de los medios, que insisten en hacernos creer que son "hechos sin connotación política", y ante la indiferencia de la población. Pero, ¿qué se podía esperar? EL clima no solo trajo viento del África y lluvia del Atlántico, sino también algunas tormentas de xenofobia. Donde para recomendar un barrio para vivir, se dice normalmente "es tranquilo, no hay extra-comunitarios"; donde se aplican leyes que criminalizan a los inmigrantes; y donde se elige como alcalde a un "ex-fascista"; donde se bautiza una calle con el nombre de un antiguo anti-semita. En un escenario como ese, no podía extrañar la emergencia de grupos neo-nazis, que se dediquen a golpear inmigrantes, a destruir sus negocios, o a atacar a estudiantes de izquierda. Lo triste, es que a nadie le importa un "cazzo".
martes, 27 de mayo de 2008
Fragmentos inconexos - 1
Que calor sofocante. Aún no son las once de la mañana. El brillo enceguecedor del sol viene acompañado de un aire inmóvil, pesado e incontrarrestable. El viento tan común por estos lados, también parecía estar descansando de un fin de año agotador e interminable. Mucha agua, santo remedio de algunas señoras con varias décadas encima, era lo único que atinaba a ingerir.
Esta vez no era la resaca tradicional, la falta de sueño o el típico cansancio pos-trasnoche de varios días, era mas bien un cansancio estructural, un agotamiento completo. Después de mucho bregar por el mundo, entrado y a la plenitud de los veintitantos, el cuerpo le exigía unas vacaciones. ¿La estrategia?, vegetar como un reptil cobijado a la sombra de un árbol a ver pasar los días con absoluta negligencia, con un botella de agua en la mano, y un malestar general a cuestas.
La tarde inexorablemente llegando a su fin, acarreando consigo la urgencia de comer algo. Nadie en casa. La perra durmiendo feliz en un living que ya no mostraba las señas del “vendaval” de fin de año, que hace dos días parecía querer dejar marcas imperecederas en el parquet. El teléfono durmiendo como todo lo demás en el letargo de este largo fin de semana.
Es sábado, dos de enero, las sombras alargándose anuncian la pronta llegada del ocaso. Da vueltas por la casa. Alguna cama a medio hacer, algún vaso olvidado con restos inidentificables tras las cortinas, el atardecer anaranjando las paredes. Sobre el computador una hoja impresa por quien sabe quien.
1999
jueves, 22 de mayo de 2008
Fragmentos al costado del camino
Que injusto sería culpar a un esquivo destino de algo tan superfluo como no haber pasado un verano inolvidable, mas aun al considerar que no sufrió desgracia alguna, ninguna clase de accidente, ni un robo menor, ningún pasaje revendido, ni peleas con nadie. Nada. Quizás he ahí el problema, no hubo nada. Nada excitante. Nada espectacular. Nada fuera de lo común que contar. Salvo aquello que sólo dos vieron y que quizás hubiese sido mejor no verlo jamás, sobre todo porque nunca quedó muy claro que fue lo que ocurrió, y no se volvió a hablar de ello. Lo cual desde aquella noche gélida les pesa enormemente sobre las espaldas, y posiblemente en parte amargó el resto de verano que les quedaba. Pero ni tanto, porque Pucón quedó esta vez a varios días y kilómetros de distancia, y finalmente ni se acordaron de tan confuso y desagradable incidente.
Viendo un poco hacia atrás, solo unos pocos días, es posible darse cuenta, con fingida resignación, que el destino sabio, repentino y cruel, ofreció una serie de oportunidades, escasas pero contundentes y exactas, de tan sólo un instante. Las cuales requerían del valor suficiente como para cruzar alguna pequeña frontera, o como para hacer alguna locura menor, o simplemente, la valentía de dejar de actuar preocupándose de las reacciones de terceros y comenzar a dejar andar los pasos. Dejarse arrastrar por el impulso de los propios y verdaderos deseos, permitiendo al fin y al cabo, que surja uno mismo, tal como está siendo en ese minuto. Fantástico y deficiente a la vez. Dándose cuenta de cuan reprimido y opresor se es al mismo tiempo, y cuanto se le teme al libre albedrío.
Supongo que se necesita demasiada valentía y voluntad para dejarse llevar, para vivir sin miedo a vivir, sin miedo a perder lo que se ha logrado, abandonando poses y siendo simplemente sin preguntarse mucho quién se es. Dada esa pequeña condición, la ausencia de valor, no se aprovecharon ninguna de las pocas oportunidades que se ofrecieron. En el tiempo que se perdía poniendo esta u otra careta, o mientras se practicaban posturas acorde a las circunstancias, las oportunidades se disipaban, perdiéndose en lo más profundo del olvido, como si nunca hubiesen existido.
Podría comenzar un largo relato por cada una de esos momentos, que se observaron en torno en aquellos días, basta mencionar a modo de ejemplo, algunas historias que se contaron por ahí. Decía uno recién llegado del litoral central, sobre una hermosa y delgada joven, perfectamente bronceada, que tomaba el sol a escasos metros de ellos, día tras día, : "... estuvo esperando, varios días, que dejara de observarla de reojo como si no me importara, abandonara mi pose mezcla de Pacific Blue y de vividor en receso, y que me acercara a hablarle cuando se quedaba sola a escasos 5 metros mirándome directamente a los ojos, tal como yo lo hacía fingiendo lo contrario. Sin importar si estaba peinado, si había practicado lo que le iba a decir, o como iba a actuar, ya que aquellos momentos sólo duraban unos minutos. Al fin cuando me decidí a actuar, esperé sentado en la playa, jugué horas a las paletas con un súbdito del chino Ríos, observe la caída del sol, y ella simplemente no bajó, yo al día siguiente volví a Santiago”.
Otro, como enojado con sigo mismo, contaba historias fabulosas sobre su colección de imbecilidades, en especial la brutalidad que hizo en el Cuzco con una mujer increíble, como nunca había conocido antes, destruyendo con el don de la palabra inoportuna lo que se ofrecía casi como una fantasía hecha realidad en un sitio mágico. Mientras seguía indignado en su recuento, lo interrumpía un tercero, peleándose el primer lugar de las oportunidades perdidas, con un “incidente” con su primer gran amor adolescente, con sus escasos 13 años, el cual fue una demostración paradigmática de la estupidez masculina, aunque en su caso, lo exculpa la falta de experiencia, y así siguieron varias más.
Repentinamente el paso veloz de un Fíat convertible amarillo lo hizo volver desde el pantano de los recuerdos. El viento sigue aquí, la gringa continua afanada en su helado, del Nissan azul ni señas. El paso de grupitos de jóvenes muy animadas los distrae un rato, a ambos lados gente comiendo helado, caminando, esperando cualquier cosa.
No puede dejar de pensar que quizás cuando quiso ir a la otra playa pero se dejó convencer que ésta estaba más vacía, lo cual finalmente resultó falso; o todas las veces que quiso ir a caminar solo, y no lo hizo; o cuando quería doblar en una esquina y seguía de largo para acompañar a su amiga a buscar alguna perdida tienda de artesanías; o cuando la acompañó a Villarrica a buscar más artesanías siendo que lo único que quería era quedarse en el pueblo para ver si encontraba a alguien conocido; quién sabe, tal vez el destino le estaba reservando algo increíble, siempre que fuera capaz de ser quien tomase la iniciativa, aun a riesgo de caer mal o pasar por antisocial.
Quizás esa vez que se quedó esperando a que todos terminaran de ducharse, vestirse, comer y arreglarse, cuando lo único que quería era salir temprano para ver si de una vez por todas lograba conocer a aquella curiosa mirada que trataba de decirle algo que no se atrevió a oír, y que acompañaba una hermosa sonrisa con la cual estuvo coqueteando, a través de la vitrina de una de las tiendas de artesanías que le hicieron conocer. A la que finalmente volvió con todos los demás pasada la media noche, cuando ya la habían cerrado, sólo quedaban melancólicas las luminarias del mostrador, que permitían ver sutilmente un puñado de candelabros metálicos y una que otra lámpara de vidrio.
Quién sabe si de haber salido sólo esa vez, siguiendo lo que la inquietud despertada ordenaba, la historia no se hubiese escrito de otra forma. Evidentemente no existe forma lógica de saberlo, sólo puede seguir conjeturándolo mientras espere pacientemente que se dignen pasarlos a buscar.
1998
martes, 20 de mayo de 2008
Fragmentos al costado del camino
Dos días enteros lleva soportando este viento atroz, tibio y polvoriento, con la esperanza de que sólo será pasajero. Este pueblo de mierda se está volviendo insoportable. Por cada agujero que encontró a su paso, el viento hizo entrar partículas de polvo, hojas y papeles. Ducharse suele ser un esfuerzo estéril, y pasear por las acogedoras callecitas de Pucón puede convertirse en un suplicio, o en deporte aventura, tratando de adivinar en que dirección va a venir el próximo aletazo de aire empolvado para, ilusamente, mantener el pelo en un sitio razonable, en vez de arremolinarse y volar en todas direcciones.
Finalmente se da por vencido. Tal vez semejante ventolera vino, cual mensajera del destino, para decirle que su tiempo aquí ya acabó, y cual hoja moribunda que se deja arrastrar debe echarse a volar con el viento. Al fin y al cabo nada de lo tan obstinadamente deseado se cumplió, ni el mejor verano de su vida, ni algún breve e intenso romance con una persona increíble, de esas que sólo existen en vacaciones, que se enamorara profundamente de su simpática existencia, y mil y una boludeses romanticonas más.
Ni encontrarse con los viejos amigos de cuando vivía en Santiago, ni nada de eso. No fue el peor, ni mucho menos, anduvo por muchos caminos, recorrió algunos lugares, otrora geniales, pero no hubo magia. Fue chato, vacío, hizo falta un poco de la sobredosis de fantasía que le invadió poco después de las elecciones parlamentarias, pero nada de lo esperado ocurrió.
Sigue aquí, empolvándose a 15 km del volcán Villarrica, comiendo un helado artesanal de chocolate con almendras y crema con café, en la Hostal O’Higgins, en medio entre el popular Pucono y la Pastelería Suiza, aprovechando además de observar la cándida ineptitud de una gringa que demoró 15 minutos en elegir dos sabores para un helado, saliendo a la calle risueña, alegrando en parte su desabrido semblante con un andar infantil que hacía relucir sus redondeces, bastante contundentes por lo demás.
Son ya las tres de la tarde. Decidido a partir hoy mismo, sigue esperando la llegada del Nissan azul que les tiene que alejar de este infierno de polvo. Todo el tiempo que ocupa recorriendo la vereda, aguardando el arribo del auto, piensa en la enorme cantidad de expectativas que se había cifrado para este verano. Uno más, en los vacíos años noventa, el cual ya comenzó de lleno el inicio de su ocaso, o como diría mi cada vez más extraño padre “la perspectiva del otoño.”
Sea como fuere el hecho es que ya entramos a la última semana de febrero, ya pasó el festival de Viña del Mar, así como el recital de U2 al cual no pudó ir y que parece tan lejano, o el histórico triunfo de Chile sobre Inglaterra en Wembley, con un golazo de antología. Ya pasaron los calores más agobiantes, los días eternamente perezosos, las horas lentas y despreocupadas, las noches junto al mar o al lago, dejando olvidadas, sepultadas en sus arenas oscuras una a una sus esperanzas de ver materializados ciertos sueños que, aunque evolucionados, siguen siendo aquellos que arrastra desde mi más estúpida y tierna infancia.
- 1998 -
lunes, 12 de mayo de 2008
La costumbre del vacío - 5
Ayer la vio. Estaba desordenadamente hermosa, con el cansancio plasmado en su rostro pequeño, a penas camuflado por un escaso maquillaje. Sabía que estaría ahí, en algún rincón de su estrecha universidad. Aun cuando la ansiedad se hacía intolerable y una corriente helada, cercana al pánico, le impedía pensar en otra cosa e intentar actuar con naturalidad, no podía sino tratar de verla.
Aunque jamás supiese que andaba por ahí, un abrir y cerrar de ojos, una imagen, un segundo le era suficiente. Más que eso un exceso. Sus ojos nerviosos la siguieron largo rato. Sin palabras ni puestas en escena. Sin formalismos vacíos, sólo sentía la necesidad enormemente dañina de volver a ver su sonrisa alegrando al mundo a su alrededor.
De pronto se vació el vestíbulo, salió de la sala de exposiciones, esbozando una intrigante sonrisa al verlo. Levantó su mano y caminó sin apuro a saludarlo. Él, a duras penas balbuceo un par de obviedades, mientras intentaba encontrar sus ojos con la mirada. Fue un enorme segundo eterno, una luz irrelevante de felicidad iluminando la superficie gris de su corazón. Más efímero imposible.
Sin querer, como suele suceder, uno a uno los días se desvanecieron hasta volver impensable concebir al mundo del mismo modo. Cuando la inmovilidad alcanzó tal grado que parecía imposible que llegase a ocurrir algo. Ocurrió. El mundo giro. El tedio y la desesperanza, faltos de la fuerza de toda novedad, se disolvieron invisibilizándose en la cotidianeidad. De pronto la lluvia cesó. El sentido no atinó a aparecer, pero al menos el sinsentido guardo silencio, se aburrió de hacerse notar.
Mecánicamente, carente de toda pasión la vida continuó, como un ritual descontextualizado, su rumbo sombrío. De este modo sucedió que pasaron los días, hasta desembocar en una ambigua ausencia de contexto. Lentamente los sentimientos extintos se reemplazaron por conductas esperadas, la desesperanza superada por un pragmatismo frío. Todo resultado de la más profunda hecatombe del espíritu.
De aquello casi dos meses. Pese a lo improbable que lucía, el efecto narcótico del paso del tiempo, fue sepultando en confusas nubes de olvido, el dolor que alguna vez llegó a hacerse insoportable. Un ciclo completo concluido. Algunas heridas cicatrizadas, no sin dejar sus marcas indelebles en la corteza del espíritu. Ya no duele como antaño, el alma dejo de sangrar la incolora y corrosiva sensación de amargura.
Sin embargo, ya nada es igual a lo que varias estaciones atrás llegó a ser. La esperanza murió en manos de la elocuencia de la realidad. Con la frialdad de un sobreviviente salió a recibir la primavera, caminando entre prados desiertos. Cada nuevo y helado atardecer viendo al mundo ofrecer a otros las oportunidades que una vez no supo aprovechar.
2002
viernes, 9 de mayo de 2008
La costumbre del vacío - 4
IV
Un frío rayo de sol lo despierta. Sabe que la constante presencia de su ausencia le nubla el sentido de la esperanza. No está en condiciones de decir qué quiere hacer, dónde quisiera ir, cómo le gustaría vivir los próximos años, pero sabe que no puede seguir igual. La perdida de la esperanza de estar con ella desparramó el corrosivo líquido de la incertidumbre y el desaliento por la superficie de sus días. El breve paso de ella por su vida dejó abierto un espacio vacío que se va enanchando paulatinamente hasta inmovilizarlo. A lo único que puede tender es a la contemplación en silencio. Cargar un poco de energía y así poder seguir, al menos, repitiendo mecánicamente una rutina sin sentido, con la única intención de no desvariar.
Sabe bien que nunca será lo que ya no fue. E incluso, parece estar seguro de que jamás fue quien alguna vez esperó que fuera. Pero, ¿qué puede hacer?. Removió su estúpida actuación despreocupada hasta lo más profundo, desnudándola, no ante el mundo al que bien poco le importa, sino frente a él. Fue el más despiadado espejo de su estupidez. Paradójicamente él la ama y ella lo detesta. Él vive pensando en encontrarla en cada esquina, y ella espera no volverlo a ver.
Lentamente ha ido acostumbrándose a los días sin la presencia de la esperanza de un futuro hermoso. Hasta han ido apareciendo algunos rayos de sol entre las nubes oscuras. Pero de pronto aparece, inesperada, su nombre resuena en boca de otros como una daga clavándose silenciosa en su abdomen. Todo da vueltas, su suave figura rondando en su mente, el recuerdo de los días que nunca pasaron. Todo lo que iba a ser y nunca ocurrió. Su ausencia tan presente como siempre. Luego invade burlona y sarcástica sus sueños, para que no quepa duda que ni siquiera le está permitido dormir en paz.
En algún lugar la vida se debe estar riendo de su falta de contundencia. Con el etéreo paso de un perfume leve, un par de voces por aquí y por allá, y de súbito se derrumba. Vino se paseo, pensó en quedarse y antes de atinar a hacer algo se evaporó, dejando sólo el espacio vacío que nunca pensó seriamente en llenar. Así simplemente. A pesar de lo aparente continúa pensando en ella cada día. La ama, y quién sabe, quizás nunca deje de hacerlo. Adherida como está a cada rincón de su existencia cotidiana no puede sino aprender a cargar con el lastre de haberla perdido sin nunca haberla tenido.
Los meses lentamente abren la perspectiva de la primavera. La molesta presencia chillona del despertador consigue por fin arrebatarlo de las garras de sus sábanas. Despierta. Ligeramente mal humorado. Sabiendo sin reconocerlo que no tiene relevancia levantarse o no. Que el ritual matinal de saltar de la cama, ducharse, vestirse y desayunar no tiene mucho sentido, pero de todos modos es mejor llevarlo a cabo. Hoy se le hace más difícil arrimarse al mundo.
miércoles, 7 de mayo de 2008
La costumbre del vacío - 3
III
Despierta un día cualquiera, con la sensación de haber vuelto al mismo punto. Afuera, la ventolera continua inalterable. La vida se tuerce en una espiral en la que cada nuevo paso da la impresión de haber sido dado en un sendero ya conocido. Cuando la vida quería volver echarse a andar, el peso de la misma atmósfera aplastante, trajo el tedio de vuelta. Cual si ya todos los días hubiesen sido vividos de antemano, o se enfrentase a una exasperante esterilidad. Nada nuevo emerge de tiempos como el actual. Quizás lo único diferente sea la constatación permanente de la falta de originalidad. Decide salir a la calle.
Que agotador. La vida puede resumirse en la puesta en práctica de matrices agotadas, repetidas una y otra vez, con la esperanza de algo innovador que remueva de raíz lo que aparece como petrificado. Pero nada. El frío sigue calando hasta los huesos. Ella continúa navegando en su conciencia a eras enteras de su cotidianeidad. Inmóvilmente esquiva. Inalcanzable y próxima a la vez. La bella promesa de algo imposible de cumplir. La ciudad no le ofrece nada, camina sin más destino que dejar andar los pasos. Más allá de alguna esperanza, el sinsentido amargando cualquier afán.
Los días pasan inexorables. Vacíos. Del tedio de un verano encerrado pasó a la rutina de un invierno frío casi sin notarlo, bajo el sino de la expectativa incumplida. Como el eterno proyecto que nunca se concreta, o el gol que se niega a llegar. Pareciese que existen corrientes subterráneas que tienden a impedir doblarle la mano al destino.
El tedio instalado. Envenenando manantiales con su aliento gris. Se refleja en su mirada enrarecida el aburrimiento de no ver, pese al barullo formado, algún resultado. En esta oportunidad se necesita algo más que simple ansiedad adolescente. El peso de los años ya se siente sobre el lomo como un pequeño lastre adherido a la estructura ósea de su cuerpo. Afortunadamente aún no se hace insoportable, sin embargo es un lastre al fin y al cabo. Como una molesta mochila o una tímida joroba.
Las cuadras bajo sus pies se suceden por inercia. El aburrimiento cada vez más presente. La certidumbre de que los años lo alejaron del origen de la esperanza, le dala sensación de estar abandonado a la deriva entre un tiempo extinto y una vida vacía. Inútil. Perdido en un tiempo inmóvil. Vagando en medio de días congelados, de eras petrificadas, en la era del aburrimiento. Sintiendo tan sólo como el polvo va cubriendo sus escasos recuerdos.
Se detiene por fin, en una plaza desierta. Siente sin inmutarse como baja por su rostro una de las gruesas lágrimas que alguna se solidificaron en su garganta formando finas estalactitas grises. Su mirada, ni siquiera atina a extraviarse en algún horizonte imaginario. Simplemente se ha secado, ha apagado los restos de luz infantil que aún le daban vida.