martes, 20 de mayo de 2008

Fragmentos al costado del camino

Dos días enteros lleva soportando este viento atroz, tibio y polvoriento, con la esperanza de que sólo será pasajero. Este pueblo de mierda se está volviendo insoportable. Por cada agujero que encontró a su paso, el viento hizo entrar partículas de polvo, hojas y papeles. Ducharse suele ser un esfuerzo estéril, y pasear por las acogedoras callecitas de Pucón puede convertirse en un suplicio, o en deporte aventura, tratando de adivinar en que dirección va a venir el próximo aletazo de aire empolvado para, ilusamente, mantener el pelo en un sitio razonable, en vez de arremolinarse y volar en todas direcciones.


Finalmente se da por vencido. Tal vez semejante ventolera vino, cual mensajera del destino, para decirle que su tiempo aquí ya acabó, y cual hoja moribunda que se deja arrastrar debe echarse a volar con el viento. Al fin y al cabo nada de lo tan obstinadamente deseado se cumplió, ni el mejor verano de su vida, ni algún breve e intenso romance con una persona increíble, de esas que sólo existen en vacaciones, que se enamorara profundamente de su simpática existencia, y mil y una boludeses romanticonas más.


Ni encontrarse con los viejos amigos de cuando vivía en Santiago, ni nada de eso. No fue el peor, ni mucho menos, anduvo por muchos caminos, recorrió algunos lugares, otrora geniales, pero no hubo magia. Fue chato, vacío, hizo falta un poco de la sobredosis de fantasía que le invadió poco después de las elecciones parlamentarias, pero nada de lo esperado ocurrió.



Sigue aquí, empolvándose a 15 km del volcán Villarrica, comiendo un helado artesanal de chocolate con almendras y crema con café, en la Hostal O’Higgins, en medio entre el popular Pucono y la Pastelería Suiza, aprovechando además de observar la cándida ineptitud de una gringa que demoró 15 minutos en elegir dos sabores para un helado, saliendo a la calle risueña, alegrando en parte su desabrido semblante con un andar infantil que hacía relucir sus redondeces, bastante contundentes por lo demás.


Son ya las tres de la tarde. Decidido a partir hoy mismo, sigue esperando la llegada del Nissan azul que les tiene que alejar de este infierno de polvo. Todo el tiempo que ocupa recorriendo la vereda, aguardando el arribo del auto, piensa en la enorme cantidad de expectativas que se había cifrado para este verano. Uno más, en los vacíos años noventa, el cual ya comenzó de lleno el inicio de su ocaso, o como diría mi cada vez más extraño padre “la perspectiva del otoño.


Sea como fuere el hecho es que ya entramos a la última semana de febrero, ya pasó el festival de Viña del Mar, así como el recital de U2 al cual no pudó ir y que parece tan lejano, o el histórico triunfo de Chile sobre Inglaterra en Wembley, con un golazo de antología. Ya pasaron los calores más agobiantes, los días eternamente perezosos, las horas lentas y despreocupadas, las noches junto al mar o al lago, dejando olvidadas, sepultadas en sus arenas oscuras una a una sus esperanzas de ver materializados ciertos sueños que, aunque evolucionados, siguen siendo aquellos que arrastra desde mi más estúpida y tierna infancia.



- 1998 -

1 comentario:

F dijo...

Y si esta historia no fuese una ficción mas de tantas, pues podría ser la perfecta metáfora de una socidad cansada de abusos, de autoritarismos escondidos tras las ropas de la democracia... o incluso de una relación tortuosa...que oscila entre la voluntad y la naturaleza... con las pasiones en suspenso...
Así son de versátiles tus historias, en silencio... gracias