domingo, 30 de noviembre de 2008
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Aun sin nombre
Sentado, con una leve curvatura en la espalda. Concentrado en la pantalla del computador, y preso de sus audifonos, no presta atención al café que hierve en la cocina. - ¡João il Caffé! - le gritaron desde el comedor. - Minchia - exclamó.
Lo de siempre. Se sirve una taza pequeña, ofrece a los demás, sin una buena acogida, pues el aroma a café ligeramente quemado no es muy grato. Menos para quienes se han criado en medio de un culto al café, los padres del espresso.
La mañana avanza con tranquilidad. Está helado, humedo. El roció aún baña la superficie de la calle, aunque algunos rayos de sol salen a alegrar el día, sin lograr entibiarlo. El aire, levemente pesado, denota que la noche anterior se estuvo fumando en este departamento.
Camina lento, un par de pasos, haciendo sonar las pantuflas contra el mármol del piso. Abre el refrigerador. El sonido seco de una gota cayendo en el lavaplatos recién desocupado, se confunde con el ruido de la goma de la puerta del refrigerador separándose de su cuerpo, como si fuera una ventosa.
Saca su acostumbrado yoghurt de frutillas de Vipiteno, en el Süd-Tirol. Sirve un vaso de jugo de naranja, limón y zanahoria, y pone a tostar dos panes. Junta las cosas en una bandeja, y se dirije al comedor. Su pareja de amigos está terminando de desayunar. La mañana parcialmente nublada, se desenvuelve con rápida normalidad. Por ahí uno leyendo las noticias, mientras ella se entretiene ensimismada en su Vaio, detrás de sus particulares anteojos blancos.
Lo de siempre. Se sirve una taza pequeña, ofrece a los demás, sin una buena acogida, pues el aroma a café ligeramente quemado no es muy grato. Menos para quienes se han criado en medio de un culto al café, los padres del espresso.
La mañana avanza con tranquilidad. Está helado, humedo. El roció aún baña la superficie de la calle, aunque algunos rayos de sol salen a alegrar el día, sin lograr entibiarlo. El aire, levemente pesado, denota que la noche anterior se estuvo fumando en este departamento.
Camina lento, un par de pasos, haciendo sonar las pantuflas contra el mármol del piso. Abre el refrigerador. El sonido seco de una gota cayendo en el lavaplatos recién desocupado, se confunde con el ruido de la goma de la puerta del refrigerador separándose de su cuerpo, como si fuera una ventosa.
Saca su acostumbrado yoghurt de frutillas de Vipiteno, en el Süd-Tirol. Sirve un vaso de jugo de naranja, limón y zanahoria, y pone a tostar dos panes. Junta las cosas en una bandeja, y se dirije al comedor. Su pareja de amigos está terminando de desayunar. La mañana parcialmente nublada, se desenvuelve con rápida normalidad. Por ahí uno leyendo las noticias, mientras ella se entretiene ensimismada en su Vaio, detrás de sus particulares anteojos blancos.
2008, continuará
sábado, 22 de noviembre de 2008
Del vació al olvido - 2
Ella es bellísima, aquello es incuestionable, si hubiese aparecido 4 años atras, antes del fin del tiempo, habría sido perfecto, pero muchas veces las mejores cosas de la vida no surgen cuando son realmente necesarias, o aparecen justo cuando no se les puede sacar el máximo provecho. Casi como jugar el pártido más brillante de tu vida en el momento en que ya no puedes aspirar al campeonato, y te conformas con estar en la mediana de la tabla.
Tras su sonrisa amable, y su cordial control de las situaciones, no es fácil aventurar el tipo de pensamientos que cruzan por su cerebro. A decir verdad, no se sabe realmente si le interesa averiguarlo, y mientras no se le ocurra volver a adoptar la acción de la inmovilidad, tal vez no sea necesario hacerlo. Mejor subirse a una pequeña rama y dejar que la corriente lo arrastre, preocupándose sólo de no volver a la orilla y de no estrellarse contra las rocas en los rápidos.
En este minuto lo que requiere su alma es paz, calma, movimientos predecibles, limpiar su mente del óxido adherido por años. Dejar de buscar tanto sentido a las cosas que pasan y aceptar que lo hagan. Quizás lo único en que esté fallando es el no haber aprendido aun a hablar, a decir las cosas adecuadas, aquellas que se esperan oir, para volver debidamente al rebaño del que huyo en el tiempo en que todo parecía posible y el mundo se habría demasiado hermosos y enorme como para dejarlo escapar.
Descansando en la noción de que todo pasa por algo, aunque no sepamos qué es, es más sano entregarse a la inercia, sin miedo a lo que vendrá, pero carente de expectación. La inocencia finalmente lo abandonó, sin lanzarlo a la desconfianza, simplemente lo dejó en manos de la indiferencia. Tal como cantaba cierto compositor que se resistió (sin lograrlo) al reconocimiento: "how much difference ... does it make".
Los días continuarán. A cada periodo de sol le sobrevendrán noches nubladas como esta, y a cada aguacero el renacer de una mañana despejada, sin importar demasiado si seguimos aquí, o no, para contemplarla.
Los días continuarán. A cada periodo de sol le sobrevendrán noches nubladas como esta, y a cada aguacero el renacer de una mañana despejada, sin importar demasiado si seguimos aquí, o no, para contemplarla.
2004
miércoles, 19 de noviembre de 2008
lunes, 17 de noviembre de 2008
Le prime parole
Esiste sempre, in un luogo indeterminato perso nel tempo, un punto di non ritorno. Una inflessione, dopo la quale non è più possibile tornare indietro. Non si sa mai quando accadrà, sia nella sorpresa di un incontro casuale, o frutto di una lunga pianificazione.
Vogliamo o no. Consapevolmente o meno. Anche se ci pentiamo dopo, in qualche momento di svista, di qualche modo inaspettato, succede qualcosa a partire la quale niente tornerà ad essere come di solito. Senza importare se è feroce come un incidente, effimero come uno scambio di sguardi, o radicale come una decisione. Nonostante l'illusione della reciclabilità, esiste ancora un certo ordine di cose che non possono essere ricuperati.
Quindi, il rischio della vità risiedi in traversare queste frontiere invisibili, particolarmente quando non si è disposto a tollerare loro conseguenze. Un giorno, una mattina di sole come tante altre, tornerà la fortuna a vita tua, magari in mezzo una semplice passegiata, e non potrai fare come se non fosse mai succeso.
Vogliamo o no. Consapevolmente o meno. Anche se ci pentiamo dopo, in qualche momento di svista, di qualche modo inaspettato, succede qualcosa a partire la quale niente tornerà ad essere come di solito. Senza importare se è feroce come un incidente, effimero come uno scambio di sguardi, o radicale come una decisione. Nonostante l'illusione della reciclabilità, esiste ancora un certo ordine di cose che non possono essere ricuperati.
Quindi, il rischio della vità risiedi in traversare queste frontiere invisibili, particolarmente quando non si è disposto a tollerare loro conseguenze. Un giorno, una mattina di sole come tante altre, tornerà la fortuna a vita tua, magari in mezzo una semplice passegiata, e non potrai fare come se non fosse mai succeso.
2008
domingo, 16 de noviembre de 2008
Sombras en la ciudad
El ruido seco de un trueno lo despierta. Medio desorientado hurga entre las cosas del velador para ver la hora. Por su ventana entra en plenitud la opaca luz de un día de tormenta. Eran las 8:45.
Se levanta cansado, con una ligera sensación de amargura que no sabe identificar. Algo no va bien, y él evidentemente no está comprendiendo que cosa es. Entra al baño, se lava la cara, mirándose en modo interrogativo. Recorre con mecánica lentitud los oscuros metros del pasillo que separan su pieza de la cocina. Prepara un café, se sirve un vaso de jugo de naranja y saca un yoghurt del refrigerador.
Se oye aún el rumor del secador de pelo, en el otro baño. Sonríe. Los demás comienzan lentamente a despertar. Se encuentran en la cocina, rostros somnolientos. Se saludan con cierta frialdad. Se respira, sino una tensión, al menos una extraña sensación de incomodidad. Sin ocurrir nada en particular, sin llegar a decirse ningún tipo de declaración específica, ayer parece haberse cruzado una de las tantas fronteras indefinidas, que marcan un punto de no retorno.
Sin entender muy bien, ni saber exactamente qué, sabe que desde hoy, hay algo que no volverá a ser igual. Llegó a estas lejanas tierras hace exactamente un año, cargado de esperanzas, proyectos, una ciega convicción y una maleta roja de 35 kilos. Comunicándose apenas, con su lengua tarzanesca y escasa, luego de un par de semanas dando bastonazos de ciego, arrastrando el cansancio de no ver resultados postivos, por las calles adoquinadas de la ciudad entre edificios vetustos, llegó al lugar que se convertiría en su hogar, gracias a una enorme casualidad. Quizás Dios exista después de todo, pensó.
Se levanta cansado, con una ligera sensación de amargura que no sabe identificar. Algo no va bien, y él evidentemente no está comprendiendo que cosa es. Entra al baño, se lava la cara, mirándose en modo interrogativo. Recorre con mecánica lentitud los oscuros metros del pasillo que separan su pieza de la cocina. Prepara un café, se sirve un vaso de jugo de naranja y saca un yoghurt del refrigerador.
Se oye aún el rumor del secador de pelo, en el otro baño. Sonríe. Los demás comienzan lentamente a despertar. Se encuentran en la cocina, rostros somnolientos. Se saludan con cierta frialdad. Se respira, sino una tensión, al menos una extraña sensación de incomodidad. Sin ocurrir nada en particular, sin llegar a decirse ningún tipo de declaración específica, ayer parece haberse cruzado una de las tantas fronteras indefinidas, que marcan un punto de no retorno.
Sin entender muy bien, ni saber exactamente qué, sabe que desde hoy, hay algo que no volverá a ser igual. Llegó a estas lejanas tierras hace exactamente un año, cargado de esperanzas, proyectos, una ciega convicción y una maleta roja de 35 kilos. Comunicándose apenas, con su lengua tarzanesca y escasa, luego de un par de semanas dando bastonazos de ciego, arrastrando el cansancio de no ver resultados postivos, por las calles adoquinadas de la ciudad entre edificios vetustos, llegó al lugar que se convertiría en su hogar, gracias a una enorme casualidad. Quizás Dios exista después de todo, pensó.
2008
sábado, 15 de noviembre de 2008
Del vacío al olvido
Y ocurre. Como debía ser. El vacío de la vida rutinaria hace olvidar, incluso, la certeza desesperanzada de que nada va a cambiar verdaderamente. Tal como se olvidan los buenos tiempos, con sus gentes alegres y sus díasde sol, los malos también insisten en desvanecerse del recuerdo. Despertamos de pronto con sensaciones a las que no prestamos atención, y con una ausencia de sentimientos que no parece alterarnos en absoluto. Libres, vacíos, amnésicos.
Un buen día, sin otra cosa que hacer que continuar la costumbre de evadir, nos encontramos de frente, de improviso, con aquel regalo de la belleza que esperamos por tanto tiempo, sin conmovenros ni importanos demasiado. Aquel viejo lema "que sea lo que Dios quiera", surge como la sentencia más cómoda. Sin ánimo de huir, ni de hacer algo al respecto, nos dejamos llevar, con negligencia. Quién sabe, tal vez sin proponérnoslo, algo puede llegar a resultar.
A la sombra de una ciudad inmóvil, ante la indiferencia total del resto de la humanidad, como personas invisibles, cuya existencia no afecta al curso de los acontecimientos a su alrededor, algo parece estar creciendo, tímida y lentamente, como si fuera inevitable. Como una maleza en un jardín abandonado. Quizás sea mejor así, dejar que las cosas pasen, y que con el tiempo la política de los hechos consumados se haga inevitable.
Abrir los ojos un día y notar, con indiferencia, que aquel es, sin derecho a réplica, el actual estado de las cosas. Aquel día será, probablemente, el comienzo de la felicidad, al menos aquella a la que se puede aspirar. Sobretodo si consideramos que las cosas siempre pudieron ser peor, y que de pronto los afanes del mundo se olvidaron de nosotros, permitiendo simplemente que pudiéramos existir. Continuar la vida con algo de sentido, con la conformidad que da la falta de procupaciones, más allá del fin.
2004
miércoles, 12 de noviembre de 2008
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En todo comienzo suyace el germen del final - 3
La mente, en su laborioso camino, repensando las cosas una y otra vez, lo hace sentirse lo suficientemente responsable, como para llegar a relativizarlo todo. Sentimientos confusos, agolpándose. Deseos incontenibles de salir corriendo lejos, de gritarle algo a alguien en la cara. El conflicto eterno entre el vacío y la búsqueda permanente. La soledad estacionaria, reafirmándose una vez más.
Cae lenta la noche sobre la ciudad. Despierta de la hipnosis televisiva, sin saber bie que pensar. Quiere certezas, cerrar círculos, comprender el sentido de las cosas, empezar a vivir dejando el pasado atrás. Escapar de este enjambre donde se mezcla todo, superponipéndose imégenes, días y personas. Abandonar el laste de vidas pasadas que se arrastran con cada nuevo día, con su halo grisáceo y corrosivo. Cortar por lo sano. Terminar las conversaciones a medias. Sacar a la luz los mensajes entre líneas. Exponerse de verdad. Mandar, quizás, todo al carajo.
Intentar escribir es siempre una buena opción, cuando no se logran articular verbalmente las ideas que navegan difusas por la mente, en una conversación. O bien, cuando el tiempo y la distancia tornan absurdo el pronunciar palabra alguna, impidiendo hablar mirándose a los ojos. No es, tal vez, la mejor forma de desahogarse, ni de solucionar algo, pero da la tranquilidad de impedir las interrupciones.
Ahogándose en un vaso de agua a medio llenar, de un par de torpes aletazos, echó abajo la pobre construcción que comenzaba a levantarse. Quebró la magia, rompió el encanto. La decepción cubrió rapidamente el sitio de la oscuridad, y de la atracción se pasó velozmente al hastío.
La noche en plenitud. Notas suaves de una guitarra triste deambulan por la habitación, sala, comedor, a espaldas de la ciudad dormida. Tendido sobre la cama, sillón, fumando, sin más ánimo que el suficiente para dejar pasar el tiempo. El té enfriándose a un costado de la vela. Ideas repetitivas, imágenes desteñidas, proyectos irrealizados envejeciéndose gracias a la falta de constancia. Libros silenciosos aguardando ser leídos. El eterno conflicto entre la grata tentación de ir a dormir y no querer que vuelva a amanecer. El fin cada vez más cerca.
Cae lenta la noche sobre la ciudad. Despierta de la hipnosis televisiva, sin saber bie que pensar. Quiere certezas, cerrar círculos, comprender el sentido de las cosas, empezar a vivir dejando el pasado atrás. Escapar de este enjambre donde se mezcla todo, superponipéndose imégenes, días y personas. Abandonar el laste de vidas pasadas que se arrastran con cada nuevo día, con su halo grisáceo y corrosivo. Cortar por lo sano. Terminar las conversaciones a medias. Sacar a la luz los mensajes entre líneas. Exponerse de verdad. Mandar, quizás, todo al carajo.
Intentar escribir es siempre una buena opción, cuando no se logran articular verbalmente las ideas que navegan difusas por la mente, en una conversación. O bien, cuando el tiempo y la distancia tornan absurdo el pronunciar palabra alguna, impidiendo hablar mirándose a los ojos. No es, tal vez, la mejor forma de desahogarse, ni de solucionar algo, pero da la tranquilidad de impedir las interrupciones.
Ahogándose en un vaso de agua a medio llenar, de un par de torpes aletazos, echó abajo la pobre construcción que comenzaba a levantarse. Quebró la magia, rompió el encanto. La decepción cubrió rapidamente el sitio de la oscuridad, y de la atracción se pasó velozmente al hastío.
La noche en plenitud. Notas suaves de una guitarra triste deambulan por la habitación, sala, comedor, a espaldas de la ciudad dormida. Tendido sobre la cama, sillón, fumando, sin más ánimo que el suficiente para dejar pasar el tiempo. El té enfriándose a un costado de la vela. Ideas repetitivas, imágenes desteñidas, proyectos irrealizados envejeciéndose gracias a la falta de constancia. Libros silenciosos aguardando ser leídos. El eterno conflicto entre la grata tentación de ir a dormir y no querer que vuelva a amanecer. El fin cada vez más cerca.
2003
sábado, 8 de noviembre de 2008
En todo comienzo subyace el germen del final - 2
Es ya medianoche. Silenciosa, la urbe se apresta a un día muy agitado en unas horas más. Los árboles, plenamente enverdecidos alegrando los cada vez más frecuentes días despejados. Los semáforos repiten incansablemente su rutina tricolor, como una puesta en escena sin público, en el abandono de calles desiertas, como si tuviese alguna relevancia.
Noche aún oscura. Sin frío ni viento. En medio él, sosteniendo una de tantas conversaciones con su ausencia. Monólogos interrumpidos por el vacío. Conversaciones de existencia irreal, sin otra respuesta que la nada. De pie, la mirada clavada en la oscura silueta de los árboles. Se respira una tensa calma. Lucha por no endosar frases e intenciones a quien no abre la boca; por no dejar fluir conversaciones imaginarias. ¿Cómo hacer para no autoconvencerse de la elocuencia de la falta de eco? Cual si no hubiese más que una construcción mental germinada en su cerebro.
Cada día que se evapora del mar del tiempo abre, entre estas escasas cuadras, un abismo incomprensible. Está ahí, a sólo un taxi de distancia, pero ya irrecuperablemente lejos, casi como si jamás hubiese existido. Que asombrosamente cíclica es la vida. Debe haber algo que no alcanzo a resolver la vez anterior para que, apenas pasado un año, se encuentre en una situación similar. Ciertos patrones se repiten invisiblemente una y otra vez.
Espera prestar algo más de atención esta vez. Personalidades opuestas, circunstancias disímiles, condiciones muy distintas y sin embargo el mismo resultado adverso. Un extraño complejo de Ariadna invertido. Ellas evadiendo, alejándose a vidas completas de la suya y él expulsado, al margen, al olvido, fuera de las tablas, como si el contrato hubiese caducado, o la temporada llegase a su fin. Sentado sobre la arena de una playa conocida, fumando el enésimo último cigarro, con la mirada perdida en el horizonte y los ojos pidiendo una explicación.
2003
viernes, 7 de noviembre de 2008
Un día en la via - 5
Todo aquí, en la extraña quietud de la noche de un día agitado. Luego de un par de puertas cerrándose en su cara, y de ciertos plazos vencidos, arrastra el polvo de media ciudad bajo sus pies cansados. Como si qusiera lavar las marcas de sus pasos en los antiguos adoquines, se precipita un sobre la ciudad una tormenta feroz, arrastrando todo lo posible, retumbando e iluminando por doquier. En todas direcciones, arremolinádose, gruesos goterones azotados por la furia del viento, en torno a gaviotas desorientadas y cuervos incrédulos.
Quizás uno haría tantas cosas con 10 años de menos, como sugería un tal Silvio 30 años atrás, pero por mucho que uno se resista el paso del tiempo es inexorable. El continuo estado entre la promesa de un futuro en que las cosas resultan y un presente inmóvil. Como si la personas que esperas te llama por fin para visitarte, y siempre ocurriera algo de último minuto que le impidiera hacerlo. Sigues esperando, repitiendo rutinas, escribien, planificando y buscando el modo de hacer que la vida tome nuestro paso.
Luego viene, se acerca, te hace un guiño, y cuando crees haberlo logrado se vuelve a alejar y te deja sentado sin comprender que diablos ha sucedido, boquiabierto al costado del camino. Es cansador, pero quizás ello sea parte de la gracia de la vida. Quizpas no sea el tiempo de que las cosas se le den facilemente. Tal vez la recompensa será más grane de todo lo que se ha invertido.
Quien sabe, es posible incluso, que luego de esta inmovilidad petrea las cosas tomen un giro inesperado y nada vuelva a ser como solía. Por lo pronto, continúa la mecánica repetición de rutinas para darle sentido a los días. Quizás el viejo, y mal comprendido Federico tenía razón y "la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre."
Quien sabe, es posible incluso, que luego de esta inmovilidad petrea las cosas tomen un giro inesperado y nada vuelva a ser como solía. Por lo pronto, continúa la mecánica repetición de rutinas para darle sentido a los días. Quizás el viejo, y mal comprendido Federico tenía razón y "la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre."
2008
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Un día en la vida - 4
Cierra la ventana. Un leve gesto de preocupación se dibuja en su rostro, el mismo que de un modo u otro se puede observar desde hace varios días. Las noche, sin luna, descansa fria y tranquila, como si esperase algo.
La quietud es apena interrumpida por ruidos intermitentes de pajaros lejanos. Inevitablemente le vienen a la cabeza imágenes de infinidad de noches similares. Extrañas, frias, solitarias, e inmóviles. Noches de otro tiempo, cuando el mundo era otro, y la vida era distinta.
La quietud es apena interrumpida por ruidos intermitentes de pajaros lejanos. Inevitablemente le vienen a la cabeza imágenes de infinidad de noches similares. Extrañas, frias, solitarias, e inmóviles. Noches de otro tiempo, cuando el mundo era otro, y la vida era distinta.
Siguiendo su porfía llegó donde jamás pensó que podía hacerlo. Cada vez más lejos, se multiplican las posibilidades ir cada vez más allá, hasta perderse. Sin embargo, persiste una multitud de cosas que parecen no haber cambiado en absoluto, y que lo atan a su lugar de origen.
Más allá de la caducidad de ciertos fanes, o del cambio de planes; de la decoloración de algunos sueños, del enmohecimiento de algunas ideas, o de la oxidación de la voluntad. Aquellos elementos que 20 años atrás descansaban en la base que generó todo el movimiento posterior, continuán presentes inalterablemente. Puede resultar extraño, pero sustancialmente de ello no ha resuelto nada.
Se ha movido cuanto ha podido, ha caminado por toda clase de senderos, ha cambiado cosas de lugar, se ha desplazado, ha vuelto sobre sus pasos, ha envejecido, se ha hastíado, ha iniciado situaciones finalizando otras, ha construido y destuido, se ha entregado y ha tomado a cambio. No obstante, todo el aparente cambio, no ha hecho sino dejar las cosas sutancialmente en el mismo estado. Podrá haber conocido muchas canciones, pero vuelve una y otra vez a escuchar una y otra vez las mismas melodías de antaño.
noviembre, 2008
martes, 4 de noviembre de 2008
En todo comienzo subyace el germen del final
I
Enredado en la costumbre de leer entre líneas, develando los significados implícitos de la frases aparentemente neutras, se aferra a una taza de café, cual si estuviese en la antesala de un gran descubrimiento. Trata en vano de racionalizar el contexto, para tornar inteligibles los acontecimientos ocurridos hasta ahora. Se encuentra preso de la imposibilidad de encontrar el significado de la falta de ellos. Ahogado en la estéril intención de codificar los mensajes que emanan de esta suerte de inmovilidad, del vacío de situaciones.
Podría comprender el sentido implícito de frases lanzadas en determinadas circunstancias, podría entender gestos y declaraciones de intenciones y deseos. Pero, ¿cómo hacer para comprender una situación, cuando la ausencia de eventos se multiplica en la ambigüedad del silencio?. Cuando los días no dicen nada, cuando las actitudes se hunden en el anonimato y no se sabe si lo que iba a ser será, o si lo que no, puede llegar a ser.
Podría comprender el sentido implícito de frases lanzadas en determinadas circunstancias, podría entender gestos y declaraciones de intenciones y deseos. Pero, ¿cómo hacer para comprender una situación, cuando la ausencia de eventos se multiplica en la ambigüedad del silencio?. Cuando los días no dicen nada, cuando las actitudes se hunden en el anonimato y no se sabe si lo que iba a ser será, o si lo que no, puede llegar a ser.
¿Cómo saber?. ¿Qué ha cambiado y qué sigue inalterable?. Optando por la paciencia de dejar que las aguas sigan su curso, se perdió en conversaciones inconclusas, hasta volverse inexistentes. De pronto, de tanto estar en la sala de espera empieza a preguntarse si no habrán dejado de atender. ¿Qué hacer?, ¿irse cabizbajo, decepcionado de no saber si se decidió el futuro o no, con el riesgo de perder el turno, o esperar pacientemente a que lo llamen, sin saber si lo harán o no?
Con la sensación de haber sido olvidado, como una hoja en un vendaval, le inmoviliza no saber cual es el estado de las cosas. Ciego y sordo, no se atreve a decir palabra por temor a arruinar lo que a sus espaldas se podría estar incubando, sin tener certeza de lo que es, sabiendo que optar por la quietud y la inercia es en sí una acción. El acto de la inmovilidad, la opción del silencio.
¿Qué actitud adoptar ante las cosas cuando se desconoce en que estado están?. Contradictoriamente la única certeza que se vislumbra es la constante presencia de la incertidumbre, haciendo oídos sordos a lo que se intuye.
Con la sensación de haber sido olvidado, como una hoja en un vendaval, le inmoviliza no saber cual es el estado de las cosas. Ciego y sordo, no se atreve a decir palabra por temor a arruinar lo que a sus espaldas se podría estar incubando, sin tener certeza de lo que es, sabiendo que optar por la quietud y la inercia es en sí una acción. El acto de la inmovilidad, la opción del silencio.
¿Qué actitud adoptar ante las cosas cuando se desconoce en que estado están?. Contradictoriamente la única certeza que se vislumbra es la constante presencia de la incertidumbre, haciendo oídos sordos a lo que se intuye.
2003
Continuará
Continuará
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