lunes, 7 de enero de 2008

Las primeras 24 horas en Roma

Es extraño escribir estas palabras. Puede ser más extraño aún, sin consideramos cuando odia el ejercicio de egolatría que implica largarse a contar las venturas y desventuras de la estancia de ciertas personas en tierras lejanas. Pero bueno, una necesidad irrefrenable lo sentado tiene aquí, justo frente a esta panatalla, escribiendo, intentando reroducir todo lo que dejaron estas primeras veinticuadro horas en Roma.


Está sentado, las piernas cruzadas, con el cansancio cayendo sobre sus hombros y los pies ardiendo. Fue un día duro, atina a pensar. Pero atengámonos a los acontecimientos. Luego de un viaje excesivamente largo, por fin el avión, el tercero al que subió en su ruta de ida, y el quinto en 1 semana, aterrizó luego de pequeñas turbulencias en el Aeropuerto Leonardo Da Vinci, en Fiumicino. Hasta ahí todo nomal, predecible.


Se suponía que luego de todas las dificultades que encontró, de cada uno de los contratiempos, de la infinidad de barreras que se sortearon, de los plazos que se acabaron, de los días que pasaron demasiado rápido, incluso despues de que ya casi sin fuerzas lo logró, por fin, cuando ya no lo creía posible. Luego de todo ello, y más, se suponía que las cosas iban a darse modo fácil, que lo difícil era llegar. Que contrario a lo que decían los nervios, una vez pisada estas históricas tierras todo iba a resultar con asombrosa fluidez, casi como si estuviese predestinado. Pero claro, olvida uno que cuando se ha remado contra la corriente, cuando la porfía le ha doblado la mano al destino, todos los triunfos deben surgir únicamente del esfuerzo y la perseverancia.


Pareciera que el destino quiere verlo fracasar, pues de algún modo su perseverancia viene a quitarle protagonismo, cual si no tuviera mucho que hacer. Pues, si todo lo que queramos lo lograremos a fuerza de voluntad, la idea de un sino trágico o maravilloso, va quedando en el olvido. En este estado de cosas, el destino se encarga de poner obstáculos en el camino, como diciendo “tu no deberías estar aquí”, y él continua luchando.


A pesar que de pronto ya no queden alojamientos, o sus precios sean inalcanzables, y la única persona que te iba a ayudar, debió viajar fuera de la ciudad y de paso recibió visitas. O que el único pariente que tengas, sea del tipo cada uno mata su piojo, y te ofrece una hipotética ayuda en la medida que no le entorpezca la vida cotidiana, y si te las puedes arreglar solo, mejor aún. Está demás decir que seres con inteligencia, un poco de dignidad y una dosis prudente de orgullo, siempre terminan arreglándoselas solos, aunque no necesariemente de la mejor forma. A pesar de todo ello, nada es aún suficiente para hacerlo desistir. Si en su vida ha dormido en lugares inimaginables, desde recodos del camino, terminales de buses, hasta bancas de iglesia, no tener donde descansar los huesos un día, no debiera ser gran cosa. Pero lo es, hoy en día lo es, de hecho siempre lo ha sido.


Pero bueno, será el berrinche del destino contra la perseverancia, será la simple casualidad que esta vez no se dio. Vaya uno a saber que es, pero lo innegable es que desde hace ya mucho tiempo que la fortuna no se hace presente por su vida. Los pequeños y breves milagos que alegraban los días han desaparecido, nada es horrible, pero ya nada es bello. No hay mala suerte, pero tampoco buena, Finalmente la magia de la vida despareció, dejar de ser un ser único, para pasar a ser un número en un registro.


Nuevamente el sueño de un despertar maravilloso empolvándose, arrumado entre bosquejos desechados, y colillas de cigarro. Las promesas hechas, cual pago existencial por el favor concedido, no se han traducido en los resultados esperados, todo lo que sacrificó para lograr algo que le iba a abrir las puertas de todo un mundo por descubrir, parace haber sido en vano. Da igual si es allá, aquí o en cualquier lugar, sea con un dependiente hindú, un amigo chileno, un vecino italiano o un transeunte africano, esa pequeña magia, simple y cotidiana, dejó de estar presente en su vida.


La ciudad puede ser hermosa, y lo es. La gente puede ser amable, el clima puede ser agradable, las condiciones favorables, pero cuando la vida nos quitó la gracia de su ser, no queda más remedio que resignarse a que nada será facil, nada fluira como predestinado y siempre habremos de encontrar más obstáculos de los esperados, hasta el final de los tiempos.


Noviembre, 2007.



No hay comentarios.: