martes, 22 de enero de 2008

Perdido en la inmensidad - 3

III

Hoy las altas cumbres cubren su seriedad habitual con blancos cúmulos, cual sombreros de paja en las cabezas ancianas de nuestros antepasados. Una extraña energía emanada de la profunda aridez de la tierra nos arrastra lejos, a internarnos en las entrañas olvidadas del altiplano, a sentir el viento frío de las altas cumbres, quemándonos la piel, en extraña alianza con un sol libre y juvenil.

Se siente el cosquilleo clásico de cualquier nuevo comienzo. Definitivamente, no se puede pensar por más tiempo, en la vida que veníamos soportando con su dejo resignado de inmovilidad. Racionalícese o no, ya no es posible volver a sentir la vida del mismo modo. Estamos quietos, frente a la increiblemente inmóvil enormidad de los Andes atacameños, con una única perspectiva hacia el futuro, estirando un horizonte ya demasiado gastado, eras enteras hacia delante.


Muchas veces hemos pensado en el comienzo del fin de cualquier cosa, ahora sólo es posible pensar en el advenimiento del fin de un comienzo. Del inicio de todo un tiempo por delante.


Algo de la magia inerte, dormida entre las rocas calcinantes del desierto, en quebradas y laderas, se ha pegado a la suela de nuestros zapatos. Lentamente, a veces de un modo abruto también, aletazos de luz parecen devolverle el sentido al paso de los días. Estamos en medio de la pretemporada de una nueva era, por ahora sólo resta vivir, correr, salir a enfrentar un rato la mundo, sentir, conversar, andar, ver, oír.


Luego vendrán largos y fríos días donde nos abandonemos al pensamiento, meses enteros para la asimilación. En este minuto, cuando el calor parece querer adormecer cualquier pensamiento, sólo tenemos a nuestro haber la enorme responsabilidad de la contemplación.


(continuará) 2003

1 comentario:

J. dijo...

enfrentar el mundo, sobrevivir a ratos, vivir después.