martes, 15 de enero de 2008

Siamo arrivati al Piemonte - 2

El vagón número 8, del tren regional, presenta el típico caos generado por una delegación en gira, acentuado por la reducción de personal de aseo de la empresa de ferrocarriles recientemente privatizada. Aquel grupo, la extraña mezcla de estudiantes de un ramo de la carrera de arquitectura con los estudiantes de doctorado, partieron todos junto rumbo a Turín como si se conocieran de siempre. Quizas con algunos de ellos así sea, pero por mi parte estoy como poroto en ensalada de luchugas, o bien como una balsa en la corriente, si cachar mucho pero siguiendo más menos lo que indica la intuición.


El viaje es largo, de aquellos que la incomodidad del vagón convierte en eternos. Pues intentar dormir 6 personas en un compartimiento sin camarotes, con dos corridas de asientos una enfrente de la otra y con una luz sobre la cabeza, no es tarea fácil.


Primero pasó Civitavecchia en medio de conversaciones influidas por el cansancio colectivo, seguido prontamente por Grosetto en el extremo sur de la Toscana, poco rato despues de haber decidido entrelazarnos, ordenándonos como un puzzle, intercalando 3 cabezas y tres pies por lado, e intentar dormir. Luego vinieron Livorno y Pisa, y así sucesivamente muchas paradas, entre sueños y despertares; entre un cansancio que insistía en cerrarme los ojos, y una incomodidad que hacía de todo por abrirlos.


De esa forma, y luego de poco más de 6 horas desperté en Génova a las 6:20. Quizás sea mucho decir, desperté en Génova. Pero una luz cobriza, intensa y punzante, colándose por entre las persianas del carro, y que lograba filtarse por entre las pestañas dormidas me hizo abrir un ojo primero y el otro después. Frente a ellos una estación casi desierta y un letrero que indicaba el famoso puerto ligur, donde se supone nació Colón, pero vaya uno a saber en verdad.


Saliendo de la Liguria entre cerros, túneles y periferias, amparado en los últimos estertores de la oscuridad, intenté volver a conciliar el sueño, pero sin mayor éxito. Un par de pestañazos de 5 minutos y basta, mientras una claridad argentina iba develando la niebla matinal de los campos piamonteses. Esbozos de bosques, colinas sinuosas, casas de campo dormidas, y pronto entramos a Alessandria, justo cuando porfin lograba cerrar los ojos por un rato respetable. De ahí en más fue imposible. Pasar de largo por Asti y lo demás solo los descuentos hasta llegar a Turín.

(continuará)

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