Así comenzaron a pasar diversos senderos bajo sus pies, la inmesidad silenciosa del desierto más seco del mundo, la extraña atmósfera de puertos nortinos, los senderos del imperio inca, o la inmesidad infita de la pampa patagónica, y los fríos rincones de la tierra del fuego, todos aquellos parajes que en su caso, forman parte del viaje que nunca existió. Suiguieron los breves recorridos por las cercanías, la infinidad de proyectos y planificaciones varias. La vida aún ofrecía atisbos de esperanza, de recuperar el camino, y por momentos parecía posible. Pero de pronto, cayó la noche en forma brutal. En efecto, aun cuando venía anunciándose desde hace un tiempo, notaron su presencia cuando ya era demasiado tarde.
El mundo a su alrededor se derrumbó con una fuerza que nunca había experimentado. Incomprensiblemente la vida comenzó a manifestar su realidad con brutalidad. Sin posibilidad alguna de escapar al sino de lo inexorable, comenzaron a aferrarse a lo único que tenían a su alcance. Se multiplicaron los desaciertos, el sentido se evaporó como la niebla de la mañana en un día de sol. Sin saber donde ir, ni menos que hacer, seguían por ahí, deambulando, arruinando lo poco que quedaba inmaculado. Hasta que lo inevitable se hizo presente, el día más temido, el que parecía inverosimil, llegó. Arrastrando como una nube negra con lo poco que quedaba con vida. Las últimas lágrimas que alguna vez vertió, las arrojó en esos días, desde el cual, inevitablemente, nunca nada más volvió como solía.
Un dolor profundo, cercano al vertigo, clavándose en el pecho, hasta el límite de lo soportable. Llegando al punto de quedar inmóviles, petrificados. Una tarde eterna, seguida de una noche culposa. En el último segundo flaqueó, y no se lo va a perdonar, la última noche, a eso de las 1 de la mañana se marchó pues necesitaba del consuelo amable de un cuerpo tibio y unos labios sueves. Unas 4 horas más tarde, le avisaron del desenlace y no estuvo ahí. Por ceder a las debilidades del corazón humano, dejó de estar quizás en el segundo más trascendental de la vida de un hombre, en este caso de su amigo. El sabe que ese dolor lo desgarró, hasta el punto de no poder volver a sentir de manera semejante, pero también sabe que no estuvo cuando había que estar, y ello nada podrá remediarlo jamás.
(continuará)
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