lunes, 3 de marzo de 2008

La vida en un minuto - 2

Sol, inmovilidad. Todo apacible y perezoso. Ideal para dormir una siesta. Poca gente puebla esta universidad para ser las 15:00 horas. Los mismos estudiantes de periodismo de siempre que se apropiaron de nuestra mesa de ping-pong. Nadie en la fotocopiadora. Los pasillos al aire libre semi desiertos. Uno que otro sujeto caminando sin apuro. El eterno y sucio desorden del centro de alumnos, que a esta hora descansa de la locura normal. En medio de tanta quietud de jueves después de almuerzo un tipo camina, como si buscara algo. Entra a la desierta sala directo al teléfono.


- Hola pequeña, vas a estar ahí?... y almorzaste ?... Almorcemos entonces... Seguro, como en 15 minutos... Sí, no me voy a atrasar. Chao - Colgó sin el menor apuro. Una idea fija rondando en su cerebro, nada específico, más bien una inquietud. Caminó lento, seguro estaba de que debía partir de inmediato si pretendía llegar a la hora convenida, pero algo dentro de él, cierta insatisfacción, lo conducía a la inmovilidad o a otros rumbos. Quizás, queriendo perpetuar un medio día que avejentado ya proyectaba la perspectiva del ocaso de la jornada.


Algo tan incontrolable como indescriptible, capaz de superar incluso el enorme apetito que a esa hora lo embargaba. Salió a los pasillos. Nadie caminando. El sol, adormeciéndolo todo, envolvía en un manto de quietud los prados desiertos de la facultad. Se dirigió mecánicamente, por simple costumbre, a la cafetería con la certidumbre de que no encontraría nada en su interior, nada nuevo al menos. No atinó a entrar, siguiendo lentamente hasta la mesa de ping-pong sin despegar la mirada del interior del recinto vacío. Tan sólo una mujer y sus cuadernos con pose de persona enormemente ocupada, quizás para justificarle al mundo su soledad, bajo los pesados rayos del sol.


Una persona parada por tanto tiempo mirando fijamente el interior de una cafetería casi vacía perecería un idiota si no entra luego - pensó. La mujer, una desconocida de rostro familiar, era una de tantas caras que deambulan su rutina por los mismos espacios de todo el mundo. Nunca le habló, pero su figura se paseó largamente por los mismos senderos universitarios que él anduvo. Delgada, con un extraño aire afrancesado y misterioso.


Era casi una oportunidad de esas que escasean. Sin pensarlo demasiado, entró directo a la caja. Haciendo uso de todo el tiempo del mundo, se demoró absurdamente en elegir que tomar o comer, mientras miraba de cuando en cuando, con cierto aire de desenvuelto al par de ojos café que ya habían reparado en su presencia. Parecía relajado, como siempre. La cínica y teatral táctica, algo envejecida, que al menos un par de veranos atrás daba ciertos resultados. Reconocerlo constituiría una humillación flagrante, pero en el fondo no tenía la más remota idea de que hacer. Ella no se iba a acercar, de eso sí tenía certeza absoluta. ¿Qué hacer?. Por lo pronto pidió un café cortado y esperó, apoyado en la barra, con un falso aire de hombre resuelto. Casi como si esto conquistar mujeres fuera pan de cada día.


Tanta extraña soledad en un recinto normalmente bullicioso le infundía cierta dosis de valor. Después de todo, pase lo que pase y ante cualquier cosa nadie se va enterar - se dijo a sí mismo. Con un café en la mano derecha y un azucarero en la izquierda caminó con cierto titubeo hacia una mesa conjunta a la de la joven estudiante de periodismo. La inseguridad medio suicida de su decisión se plasmaba en su pulso, haciendo bailar la frágil taza de café. El sol tornaba todo lento y acogedor, digno de unas vacaciones. Día sin bullicio, tan sólo se oía el leve rumor del viento en los bosques cercanos. Hizo el ademán de sentarse a escasos dos metros de la joven sin despegar su mirada de los ojos de ella. Dándose cuenta de lo ridículo del acto procedió a situar su naturaleza en su mesa.


Ella. Haciendo como si su papeleo fuera el asunto más relevante del planeta, y todavía con la discusión de hace una hora en la cabeza, levantó la vista con fingida displicencia, y accedió a ser acompañada. Los nervios lo consumían. ¿Qué hacer ?, ¿ qué decir ?, que imbécil, soy debería ir a almorzar , ... ya estoy aquí habrá que salir airoso de esta.... piensa ¡ . Ya sé, a ti también te da lo mismo, además estás acostumbrado a conversar con medio mundo. Sin segundas intenciones te acercaste a conversar con ella por que era la única persona aquí y tu necesitabas tomar un café después de almuerzo (no he almorzado aún, da igual, no tiene por qué saberlo). Te aburre estar solo, querías hablar con alguien... Es sólo un breve descanso, .. listo. Un poco más sereno dibujó una suave, y enormemente fingida, sonrisa como queriendo sepultar su nerviosismo.


- ¿Te molesta si te acompaño? - Le dijo con los intestinos haciéndole un nudo.

- No, para nada, siéntate. - contestó desganadamente, con aire de falsa sorpresa.

- Permiso - Posando su café entre la multitud de papeles.

- Además, si no te hubieses sentado acá me hubiera visto en la obligación de sentarme en tu mesa – con un tono evidentemente cínico, casi sarcástico.


Las torpes trabas de un inicio sin saber como justificar su presencia en esa mesa fueron prontamente superadas con la decidida colaboración de la joven. A quien le complacía ser cortejada, aunque toscamente, por un alegre veinteañero que con su inexperiencia algo cándida le devolvía tonos de color un tanto más vivos a su vida resignadamente ensombrecida a los 24. Particularmente en un día como ese.


(Continuará) 1998


2 comentarios:

J. dijo...

oye me gusta leerte.. siempre lo hago. todos los dias reviso tu blog, porque es muy entretenida tu forma de narrar.
siempre habia leido a mujeres buenas narradoras.. nunca a algun hombre.
y siempre me pasa que no sé qué postear... ahora tampoco. por eso pasé a decir: hola.

Unknown dijo...

Decia lo siguiente segun recuerdo...
Que dificil es ser hombre... que como ya se esto es un collage de realidades ... que ya intuia.. no miento, ya sabia que escribias bien... y la boludez del orgullo te la dije tambien?

Un beso cariño y te sigo los pasos :)