domingo, 15 de junio de 2008

Fragmentos inconexos - 4

Noviembre, al medio día.


No es errado suponer que el sitio al que debe llegarse buscando la esencia de lo que se era no debiera estar lejos del lugar donde se consumó la fuga. Lo problemático surge cuando, al volver a abrir los ojos hacia atrás, se constata que tal lugar dejó de existir hace ya demasiado. Mientras enceguecidos en sus afanes mundanos, irreflexivamente, sólo se piensa en llegar lo más alejado posible del punto de partida. Sin querer, ni saber como hacer para volver algún día.


Considerando el particular sentido del humor de la vida, en estos momentos, cuando resulta imposible obviar la presencia predominante del vacío, parece no quedar más alternativa que buscar entre los vestigios de lo que alguna vez los expulsó. Atisbos, sombras silenciosas, alguna luz, un recuerdo empolvado, una razón, por mínima que esta sea, que le de algo de sentido al hecho de seguir, tras cada nuevo montón de días inútiles, viviendo en este mundo. Si en un inicio fue huir para rehacerse, una vez rehecho o al menos de pie, necesariamente se ha de volver a la raíz para ver donde ir luego.


Pero deteniéndose a analizar. A pensar un poco, ya saben, a desentrañar los enredos de su desempeño en esta vida, finalmente qué le ha dejado el paso de un cuarto de siglo por el mundo, sino la amarga sensación de haber desaprovechado la gran mayoría de sus días.


Se han vivido, tal vez, los 25 años más infructuosos que se puedan vivir. Llegando al estado de sentir el paso de los días con indiferencia, alimentando el desapego bajo la inercia plana del tiempo perdido. Cada nueva mañana levantarse, como suele hacerse, para repetir una y otra vez una rutina que ayude a estructurar el paso de las horas. Viendo desvanecer, con total displicencia, lo poco de real que va quedando dentro. Obsesionado con la mecánica manía de seguir esperando encontrar el espacio extinto donde se forjó hace ya incontables años algo verdadero. Pero sin hacer nada concreto para lograrlo, más allá de buscar refugio, escuchando los sonidos más bellos en las cada vez más breves cavernas de soledad.


Aún se conserva la certidumbre de que la belleza es lo único capaz de devolverlos al lugar donde el espíritu asfixiado consigue salir a mirar el mundo. Si bien, esta vez, la belleza no vino con ella, al menos alcanzó para remover un poco la paciencia inconmovible de la estructura pétrea de su andar por la tierra. Dejó entrar tibios rayos de luz sobre el lomo de su alma dormida. Un breve arrebato de belleza, como un flash en la noche, se coló intruso, justo por la abertura donde la tristeza rompió el cerco.


2001

miércoles, 11 de junio de 2008

Fragmentos inconexos - 3

III

Diciembre, medianoche


El clásico cigarrillo consumiéndose lento entre sus labios aburridos. La mirada tan extraviada como la de muchos otros. Una sutil expresión de cansancio. Afuera una noche inhóspita de luna llena reflejándose en la fría humedad de calles desiertas.


La sensación de vivir el tedio de una vida superficial y sin sentido envenenando los momentos de ocio y descanso, hasta lograr aburrirlo por completo. En el rostro una expresión lánguida, pero sin dejar de sentir una presión interna, como si algo en su subconsciente tuviese la certidumbre de que perdió el rumbo.


Los años apresurándose en desvanecer los sueños, dejando el amargo sabor del fracaso en la conciencia, y unas enormes ganas de llorar. Olvidar, dormir y despertar, con quince años menos, para comenzar de nuevo. Para empezar a hacer bien las cosas.


Música “anglo-deprimente1” inunda la habitación, la oscuridad le nubla el sentido. Intenta articular una idea coherente, mas las palabras han perdido su relación con las cosas de este mundo. Quisiera poder expresar el tropel de sentimientos que de tanto reprimir, esperando el momento adecuado, se solidificaron en su interior negándose a salir. Por ahí el temor a que solo emanen desgarrándolos. Por ahora se confunden con las paredes de cada arteria, se entrelazan con cada tejido.


El humo azulado escapando sutilmente de la habitación. “Paranoid android” llegando a su fin. La noche en silencio. Afuera, perros lejanos llamando a la luna. Se queda tendido, inmóvil, con la vista fija en ningún lado.

2001

1 Radiohead o Coldplay, por ejemplo.

martes, 3 de junio de 2008

Fragmentos inconexos - 2

II


Junio, 9:45 de la mañana


Cada una de las esperanzas condensadas como gotas inútiles, sobre el aburrimiento de vidrios perezosos, se funden resignadas en cualquiera de estas perdidas mañanas exasperantemente similares.


Nada verdadero por hacer, nada nuevo que decir. Cierta inmovilidad silenciosa y brutal. El mundo podría venirse abajo, esta ciudad podría desaparecer devorada por la tierra, pero todo continuaría tediosamente igual. Los minutos no detienen su continuidad perseverante.


El sol se levanta de su letargo de varios días, no sin cierto cansancio. Hoy podría ser perfectamente ayer. Un día más, un día menos, que importa. Quizás ya sea mañana, o quizás no sea nada todavía, da igual.


Prendida en el subterráneo de la conciencia, una luz de esperanza insiste en verme, a futuro, feliz. Afuera pasan los años, las estaciones, las décadas. Todo con extrema rapidez. No hay tiempo de digerir un tiempo demasiado ajeno. Sin embargo, aún así no ocurre nada. Todo se mueve para terminar igual.


El viento paró, la amenaza de un cambio se evapora con las gotas de lluvia que dejó abandonadas el temporal por estos lados. El sol volvió, la vida continúa. Debo trabajar. Todo igual. La esquizofrenia del mundo nos vuelve inmóviles.



2001