sábado, 2 de febrero de 2008

Un día como tantos - 3

Todos los síntomas de esta tarde invitan a huir lejos de aquí, a correr hasta la tibia comodidad de la casa a disfrutar del invierno en la seguridad seca del calor de hogar. Pero algo más allá de este día y su tarde tan poco acogedora le impulsan a quedarse inmóvil, resistiendo estoicamente el frío, a observar como un anochecer se cierne sobre un día moribundo.


Papeles viejos arrastrados por la ventolera acompañan el andar lento e inevitable de gentes que se abandonan serenamente al aburrimiento, intentando escapar de la amenaza de una noche fría cerniéndose sobre sus vidas.


La universidad duerme, inmensa, sobre un lecho húmedo al amparo de los cerros y bosques cercanos, esperando despedir al último solitario invernal para poder entregarse en plenitud a los brazos de Morfeo. La universidad sufre aún su letargo de los ‘90s interminables e infructuosos, con esporádicos sueños de vida real y optimismo.


Algún lejano y escuálido rayo solar, el último quizás, corrió también a buscar refugio en algún rincón de la ciudad gris. Todo es frío y temprana oscuridad, verde oscuro y humedad gris. Colillas de cigarros decorando escalinatas y senderos bordeados de arbustos, aún orgullosamente verdes, fundiéndose en la confusión de las sombras, que se compadecen de la desnudez de los árboles resignados.


El frío llamado a la cordura por fin es escuchado y se decide a seguir viviendo. Casi como despertando de una hipnosis voluntaria vuelve al mundo, se sorprende de la oscuridad reinante y del helado aliento de un invierno que se anuncia insoportable. Las ganas de ver televisión tomando un café caliente, sentado en la alfombra a los pies de la cama, lo conducen rápido a la confortabilidad de su departamento.


FIN

1998



3 comentarios:

F dijo...

A pasos a gigantados desciendo del metro, la escalera es larga hasta llegar a la superficie, el frío te detiene, con su ropaje grueso y las heladas y lentas respiraciones que lo acompañan en la gruesa capa de humo de esta ciudad. Pronto me acerco al paseo principal, serán cerca de las 8:15 y temo encontrarme con el panorama de siempre. Lento comienzo a observar el paisaje, el pavimento sucio, botellas regada por el piso, gente ya acomodandose sobre las baldosas, pareciese que no hay mas panorama ni interés en otro comienzo. La botillería abre sus puertas(una mezcla extraña por que también venden pan con palta y cafe caliente), y fuera esperan un par de personajes que seguro no quieren ese café. Avanzo un poco más, y ahí estan, ese bulto, esa suma de ropas viejas, de cartones sobre diarios y sobre papeles y sobre chaquetas. Dificilmente duermen, y sigilosamente comienzan a moverse, ya presiente la llegada de sus compañeros. Los de la botilleria, ya estaban listos, y se acercan con palabras fuertes anunciando el vituperio. Sacan sus cajas, se acomodan sobre las baldosas, se tapan con las mismas chaquetas y frazadas, prenden cigarros y algo mas, y le dan inicio a la jornada.
Son las 8:25, yo me acerco a la botillería, pido mi café caliente enciendo un cigarro, y parto a la primera clase del día.

Juan Carlos Santa Cruz Grau dijo...

Muy bien .. el comienzo de un día como tantos otros. Es extraña la cotidieneidad. Ver como han cambiado las cosas en apenas unos años, y no una vez, sino muchas, a pesar de vivir con la sensación que las cosas durarán para siempre.

F dijo...

En esta ciudad el día esta oscuro, opaco, débil... indeciso. Es inevitable no sentirse extraño ajeno, cuando todo lo que debía ser se suspende en manos de una fuerza insolente... que desconcierta.
El rumbo se afecta, y los caminos parecen perderse en el infinito. Habrá que concentrarse...