sábado, 9 de febrero de 2008

El cuento que nunca debió escribirse - 1

- ¿ Está lloviendo ?

- Mmm…, parece. ¿Por qué ?


- No por nada, es que extrañaba tanto la lluvia...


- Sí..., hace tiempo que no llovía. Pero..., sígame contando.


- Mire, si hubiese que buscar una palabra que diera cuenta de la atmósfera que reinó en el último enero del siglo XX, en mi vida, ésta se ubicaría en la intersección de los vocablos: decepción, indiferencia y resignación.


- ¿ Por qué ?, si se puede saber.


- No sé... - Exhalando el humo del cigarro en una mezcla de suspiro. - Supongo que darse cuenta, cuando ya todo resulta irremediable, de la ceguera obtusa, cual niño irreflexivo que se niega a reconocer lo evidente; y de la multitud de errores por consiguiente cometidos, que ya no viene al caso resolver, aunque suene triste, es lo que denominamos experiencia. Buscando en la negligencia de un “no se volverá a repetir” o “sé aprender de mis errores” un consuelo tan necesario como ficticio.


- Sabe, no le estoy entendiendo. Podría tratar de ser un poco más claro. A fin de cuentas la idea es comunicarse no confundirse.


- Ha de tener una dosis mayor de paciencia. - Llevándose el vaso a la boca, cual si hiciera una pausa, mientras de fondo el murmullo de las conversaciones se confundía con la música - Espere. Como le iba diciendo, demás estar recalcar que no queda nada por hacer. Octubre ya había quedado en el pasado, bien atrás, como si nunca hubiese existido y diciembre está cada día menos presente. Todo fue impulsivo, explosivo, vertiginoso. Cual si se tratase de un huracán de primavera, llegado tras una prolongada sequía reflotada a fines de Abril y muerta por septiembre.


- ¿ No estará siendo demasiado metafórico ?.


- Calma. Además está re claro, hasta un niño lo entendería. Por lo demás resulta más sencillo referirme a las cosas de la vida de esta forma.


- Entiendo, entiendo, continue. - Dijo, con cierta impaciencia.


- Bueno, corrían sin apuro los días perezosamente similares de octubre. Siempre con una leve brisa acariciando la comodidad de unas tardes soleadas de primavera aceleradamente floreada, que ya por agosto quería convertirse en verano. Por entre senderos y prados de la universidad el amor quiso hacerse presente para coronar, pese a su cansancio de hoy en día, la alegre vitalidad de tanta luz y vida. Luego de cientos de reveses por doquier, cupido eligió, desafortunadamente a un par de seres humanos poco preparados para tal misión. Pero, ha de recordarse que siempre le han gustado los casos difíciles.


- Comprendo, una desilusión amorosa. Amigo mío, demasiada ceremonia para un asunto tan simple. Pero, por favor siga adelante.


(Continuará)

1999

1 comentario:

F dijo...

Y bueno, sin ser entrometida, es inevitable no sentirse un poco como el personaje que espera ansioso las palabras que estan por venir. Y sí, soy un poco impaciente, pero nunca tanto como para no querer escuchar el sin numero de letras que mientras se agrupan forman un nuevo detalle, un dato relevante y preciso para comprender lo que vendrá...