martes, 15 de abril de 2008

El viaje que nunca existió - 6

Los días siguen su rumbo mecánico, como un engranaje imparable. Se suceden reuniones, salidas, informes, balances, rendiciones de cuentas, como parte de una puesta en escena involuntaria, casi por inercia. En el rostro, la acostumbrada sonrisa controlada, que no deja ver nada más. Es la clave, pocas palabras pero corteses, expresiones controladas pero amables, emociones guardadas en el departamento, y los sueños olvidados a vidas enteras de aquí.


Aún así, siguen presentes lo deseos de estar lejos, entregado al placer de conocer los secretos del alma humana o, simplemente, ver otras gentes, otras vidas que le den breves bocanadas de aire puro. Preocupante. Cada noche, más solitaria que la anterior, como si fuera posible; y lo de siempre, sentarse en la ventana a ver pasar la vida y recordar. Pederse mirando las pocas estrellas que se dejan ver, con un par de cigarrillos y música, acostándose, luego, cada vez más tarde.


Cierto orden de expectativas, acuñadas en el tiempo en que parecía que las cosas iban a resultar bien, a pesar de la contundencia de los antecedentes, siguen guardadas en el ropero o empolvándose en cajas bajo la cama. Hubo un tiempo en que se abría cada día con una novedad, alimentando sueños. Luego vino el largo y pausado período en que se aquietaron las aguas, pero con la presencia viva de la esperanza, flotando por la habitación, reviviendo con cada llamada telefónica. Hasta que el tedio cubrió con su fina capa de sarro polvoriento cada pliegue de todo cuanto le rodea haciendo perder hasta la capacidad de asombro. De la efervescencia de ir descubriendo posibilidades pasaron en silencio, haciendo oídos sordos a los delirantes llamados del mundo, a repetir una y otra vez la ritualidad vacía de ser humanos en un mundo imposible de cambiar. Formateado y organizado de antemano.


Amaneció un nuevo día. El aburrido imperio del sol suplantó a la melancólica presencia del invierno veraniego, recalentando el cemento bajo los pies, reflejándose en vidrios, ventanas y autos. Encegueciendo y regalándoles tras cada atardecer la suavidad de noches sin frío, en las que sin nada más que hacer, se dejan pasar las horas con negligencia a la espera de un nuevo día. En el cual, sabe con antelación que nada dará un giro radical, y todo continuará tediosamente igual. Así sucesivamente hasta que terminen de consumirse los meses. Quizás sea mejor irse a dormir, a pesar de las evidencias esta esterilidad vital no puede ser eterna.



Continuará (2002)

3 comentarios:

F dijo...

Por aquí la temperatura bajo como si nos quiziesen hacer despertar bruscamente de algún tranquilo sueño... Aunque la verdad, es que últimamente mis sueños no son del todo tranquilos... Burlándose del sol y de mi, el frío de esta ciudad es incómodo tiezo, seco... no hay forma de quitarselo de encima... Así como la ambigua sensación de aburrimiento y desesperenza que intenta sigilosa pero obstinada asomar su nariz... Le hago el quite día a día... en la insistencia del recuerdo, del futuro que va de viaje... la memoria que me esquiva... Le peleo...
Hay un gran hombre... que quizás optimista o tal vez muy conformista dice: "Siempre podría ser peor" (o algo similar... pero la esencia es esa...ja)

Mary Carmen Jaramillo dijo...

Creo que como decia mi abuelita "nunca es tarde" para oir los llamados del mundo.Saludos

Mary Carmen Jaramillo dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.