sábado, 12 de abril de 2008

El viaje que nunca existió - 5

Y siguieron pasando los días. Prontamente, los pajaritos que dan la bienvenida al sol, volvieron a entonar sus alegres melodías. Una fresca luminosidad matinal, fue dejando en el olvido la somnolencia gris del amanecer de unos días atrás. Con ella, el velo oscuro de la desesperanza fue dejando paso a la soleada resignación de la soledad.


Pasaron ante sus incrédulos ojos, que al cerrarse se ven cruzando el estrecho de Magallanes rumbo al sur a perderse en la “Finnis Terrae”, toda la intrascendencia de sábados, en los que por fin está empezando a despertar sin resaca. Tras ellos, domingos aletargados, con sus partidos de fútbol de ligas que no apasionan por estas tierras y que bien poco le importan a la gente. Horas completas frente al computador preparando un informe, y dejando irse a los pies a cruzar las zonas residenciales que lo separan de la casa de alguna buena amiga.


Si bien, lago Blanco aún no puede concebirse en su falta de memoria, con su implacable viento gélido y sus temperaturas polares, ¿cómo imaginar lo que apenas se intuye?, al menos el teatro volvió luego de mucho tiempo por estos lugares, a endulzar un instante los espacios de vida de quienes se quedaron engrillados a la realidad.


Como suele suceder, con sus imperceptibles ritmos, la vida continúa. Ocaso tras ocaso, las horas se deshacen en noches cada vez más largas. Lentamente, como si el verano durase para siempre, transcurren los días despreocupadamente sin detenerse a pensar en cuan rápido pasaron al olvido.


Una frecuente sensación de aire rancio, tornando mustia la atmósfera de estos días inútiles. El mundo en standby. Cada uno de los que siguen andando por estas calles, cada mañana, apurados y serios, cual si fuese relevante seguir dándole cuerda a la vida cotidiana, con una mueca rígida en el semblante continúa adelante, sin parar, tediosamente con la sospecha de estar viviendo días usados, repetidos y cansados, sacados de un calendario reciclado. Aquellas jornadas que sobraron en la fabricación de cosas interesantes. Helos aquí viendo quemar sus jóvenes arrugas en el más extendido de los anonimatos. Cientos, miles, entrando y saliendo de multitud de oficinas. Realizando incontables trámites y gestiones, sin mayores rasgos de utilidad, en la eterna búsqueda de dotar de sentido al vacío.



Continuará - 2002


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