sábado, 19 de abril de 2008

El viaje que nunca existió - 8

Los minutos se aceleran. El café hirviente temblando en sus manos. Llegó el momento, lo sabe. Cierto temor controlado se irradia desde su rostro, en su ausencia de sonrisa y en el extravío de su mirada. Está serio, preocupado; pero tranquilo. No va a ser la primera vez, de hecho ayer ya le había tocado. Pero, ¿y si su tradicional suerte irónica le tiende una broma?


Otra vez, como tantas otras veces, sale a la calle. Se para a espaldas del edificio mira al cielo, como si evaluase algo y se pone los lentes de sol. Todo el trayecto hasta el paradero, y el recorrido del microbús, con una preocupación presente pendiendo como una espada de Damocles sobre su cabeza. ¿Sí llega a pasar algo?


Se baja. Sus pies ya conocen el camino, y se echan a andar sin esperar una orden del cerebro. El centro de Concepción desierto, aburrido. El mes de enero está pronto a llegar a su fin, y sinceramente le parece que poca debe ser la gente que aún permanece recluida entre sus grises límites urbanos. Llega al lobby del edificio. Con un inquietante cosquilleo en la boca del estómago, mezcla de incredulidad y temor. Está en parte feliz, pero nervioso. Aún espera que un imprevisto lo saque de allí, o que todo se suspenda por “razones de fuerza mayor”.


La espera final. Sabe que esta vez estarán solos, no llegará ni el procurador ni la secretaria – chofer. Los ascensores se abren una y otra vez, entra y sale gente, siempre con apuro, y nada. Un cuarto de hora más tarde, su nivel habitual de atraso, aparece la joven figura de su jefa dentro de un ceñido vestido azul, quien con apurado ademán lo llama a bajar al estacionamiento. Lo coge del brazo y parten. Caminan despacio, en silencio, y le pasa las llaves.


De vuelta a la ciudad. El trayecto pareció más un viaje de vacaciones que de trabajo. Olvidando su acostumbrada seriedad, ella se veía radiante, despreocupada y feliz, como si en vez de laboral su relación fuera de amistad. ¿Qué importancia tenía un asentamiento más o uno menos? El sol, anaranjado la tarde ofreciendo sus últimos rayos en el horizonte y marca al mismo tiempo el fin de un día añejo, y el comienzo de una nueva noche encerrados trabajando en su oficina.


Con la vista puesta en la pantalla del computador hace caso omiso de las innumerables insinuaciones que le hace para dejar de trabajar. La atmósfera distendida en apariencia, ambos fumando y conversando animadamente sobre cualquier cosa, en el límite de cruzar un umbral tejido con cuidadosa pulcritud. La tensión se siente, pero aún no incomoda. Ella, ligeramente más directa. Él, negándose a leer entre líneas. La posibilidad de algo carente de certezas, rondando. Roces leves, movimientos suavemente calculados. La naturalidad entremezclándose con asomos de intimidad. Ambos, sin el valor de decidirse a hacer algo o dar el primer paso.


Continuará - 2002


1 comentario:

F dijo...

"Quien quiere hacer algo encuentra un medio, quien no quiere hacer nada encuentra una excusa."