martes, 4 de noviembre de 2008

En todo comienzo subyace el germen del final

I

Enredado en la costumbre de leer entre líneas, develando los significados implícitos de la frases aparentemente neutras, se aferra a una taza de café, cual si estuviese en la antesala de un gran descubrimiento. Trata en vano de racionalizar el contexto, para tornar inteligibles los acontecimientos ocurridos hasta ahora. Se encuentra preso de la imposibilidad de encontrar el significado de la falta de ellos. Ahogado en la estéril intención de codificar los mensajes que emanan de esta suerte de inmovilidad, del vacío de situaciones.

Podría comprender el sentido implícito de frases lanzadas en determinadas circunstancias, podría entender gestos y declaraciones de intenciones y deseos. Pero, ¿cómo hacer para comprender una situación, cuando la ausencia de eventos se multiplica en la ambigüedad del silencio?. Cuando los días no dicen nada, cuando las actitudes se hunden en el anonimato y no se sabe si lo que iba a ser será, o si lo que no, puede llegar a ser.

¿Cómo saber?. ¿Qué ha cambiado y qué sigue inalterable?. Optando por la paciencia de dejar que las aguas sigan su curso, se perdió en conversaciones inconclusas, hasta volverse inexistentes. De pronto, de tanto estar en la sala de espera empieza a preguntarse si no habrán dejado de atender. ¿Qué hacer?, ¿irse cabizbajo, decepcionado de no saber si se decidió el futuro o no, con el riesgo de perder el turno, o esperar pacientemente a que lo llamen, sin saber si lo harán o no?

Con la sensación de haber sido olvidado, como una hoja en un vendaval, le inmoviliza no saber cual es el estado de las cosas. Ciego y sordo, no se atreve a decir palabra por temor a arruinar lo que a sus espaldas se podría estar incubando, sin tener certeza de lo que es, sabiendo que optar por la quietud y la inercia es en sí una acción. El acto de la inmovilidad, la opción del silencio.

¿Qué actitud adoptar ante las cosas cuando se desconoce en que estado están?. Contradictoriamente la única certeza que se vislumbra es la constante presencia de la incertidumbre, haciendo oídos sordos a lo que se intuye.

2003
Continuará

1 comentario:

F dijo...

Me permito compartir contigo una pequeña historia...

El pícaro
de Esopo


Un pícaro se comprometió a demostrar que el oráculo de Delfos mentía.
Llegó el día señalado y el pícaro tomó un pajarito y, escondiéndolo bajo de su manto, se dirigió al templo.
Encarándose ante el oráculo preguntó si lo que tenía en la mano era un ser vivo o era inanimado.
Si el dios decía «inanimado», el hombre mostraría al pajarito vivo; si decía «vivo», lo enseñaría muerto, después de haberlo ahorcado.
Pero el dios, viendo de lo que se trataba con esa malvada intención, respondió:
Deja tu engaño, pícaro, pues bien sabes que de tí depende que lo que tienes en la mano se muestre muerto o vivo.