miércoles, 9 de abril de 2008

El viaje que nunca existió - 3

Hoy, mientras debería estar cruzando la inmensidad de la pampa patagónica, se hace más patente que nunca, que definitivamente para que “3 sí”, definitivamente debe haber “1 que no”. Sea por lo que fuere, los caminos de la vida son intrincados, y sin siquiera notarlo lo destinos se van separando unos de otros como una metáfora del “Big Bang”, hasta que es inevitable y ya nada puede volver a ser como solía. Lo desagradable de encontrar la felicidad tan luego, es no saber como hacer para conservarla con el tiempo, pero ello, es parte de otra historia.


Otra vez Yumbel, ahora con más movimiento que de costumbre, gracias al imán popular que constituye el santo. Una pequeña figura de madera del santo perforado con flechas antiguas, atrae cada año a miles de gentes de infinidad de lugares, en procesiones diversas, y a su vez, el gentío, a cientos de comerciantes. Todo en un clima festivo, caluroso, muy sudamericano y caótico, con chocantes escenas de fervor que rayan en el fanatismo, en medio de una brisa caliente y una temperatura de 36 o 38 grados a la sombra, sobre la aglomeración agobiante, de una multitud incontrolable, que sobrepasa los estériles esfuerzos de carabinaros, autoridades y voluntarios eclesiásticos por normar y regular la situación.


Tomada la vía a Yumbel – camino a Laja – ruta 5, para sortear los eternos arreglos en el acceso sur a Concepción, nos dirigimos a toda velocidad a paliar nuestro atraso imperdonable. A ambos lados bosques de pinos insigne de plantaciones forestales. En la vía, poco tráfico. El camino áspero, pero aceptable. Ya deberíamos estar en Antuco al pie de los Andes, y nos queda al menos 1 hora de viaje. La chofer impertérrita, escondiendo su actitud de sumiso malestar en el buen ánimo de siempre, descubriendo en silencio nuevas rutas para llegar al mismo lugar, en medio de reconvenciones permanentes.

Continuará (2002)

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