martes, 3 de junio de 2008

Fragmentos inconexos - 2

II


Junio, 9:45 de la mañana


Cada una de las esperanzas condensadas como gotas inútiles, sobre el aburrimiento de vidrios perezosos, se funden resignadas en cualquiera de estas perdidas mañanas exasperantemente similares.


Nada verdadero por hacer, nada nuevo que decir. Cierta inmovilidad silenciosa y brutal. El mundo podría venirse abajo, esta ciudad podría desaparecer devorada por la tierra, pero todo continuaría tediosamente igual. Los minutos no detienen su continuidad perseverante.


El sol se levanta de su letargo de varios días, no sin cierto cansancio. Hoy podría ser perfectamente ayer. Un día más, un día menos, que importa. Quizás ya sea mañana, o quizás no sea nada todavía, da igual.


Prendida en el subterráneo de la conciencia, una luz de esperanza insiste en verme, a futuro, feliz. Afuera pasan los años, las estaciones, las décadas. Todo con extrema rapidez. No hay tiempo de digerir un tiempo demasiado ajeno. Sin embargo, aún así no ocurre nada. Todo se mueve para terminar igual.


El viento paró, la amenaza de un cambio se evapora con las gotas de lluvia que dejó abandonadas el temporal por estos lados. El sol volvió, la vida continúa. Debo trabajar. Todo igual. La esquizofrenia del mundo nos vuelve inmóviles.



2001

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