Parecía una ocasión propicia. Luego de meses y hasta años de "emergencia sanitaria" por la cantidad de basura que se aglomera en sus calles, el gobierno de estas tierras decidió limpiar las principales calles del centro de Nápoles, para aplacar las críticas que le acusan de no gobernar, ganando de paso algunos puntos entre la población napolitana. Llamó al ejército y en pocos días Nápoles lucía, sino reluciente, al menos normal.
Considerando lo inmediatista y populista de la medida, era obvio que en pocos meses la situación volvería a ser la de antes, y no sería posible volver a la ciudad sin tropezarse con bolsas de basura por doquier. Razón por la cual, había que aprovechar esta oportunidad para pasear por la bellísima metrópoli campana. La ciudad es esplendida, posee un patrimonio histórico, arqueológico, artístico, cultural y culinario, que harían palidecer a casi cualquier ciudad del mundo, sin embargo permanece relegado en un lugar secundario e inexplicablemente poco cuidada.
El invierno italiano esta vez nos ha regalado largas semanas de sol y temperaturas templadas, mientras medio hemisferio norte se congela. Así una bella jornada de sol, paseando por la costanera napolitana es una delicia. Poca gente, el mar calmo y en el centro la animación de siempre. Motos pasando por todos lados, pilotos sin casco, gente caminando tomada del brazo, jóvenes exagerando gestos y mujeres muy arregladas mostrándose en via Toledo. Luego un paseo por Piazza del Plebiscito (con sus 25.000 m²), una visita al Castel del'uovo y un buen café por ahí, más tarde una pizza napolitana e ir a reposar al departamento en los "Quartieri Spagnoli".
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