El viento húmedo hacía aún más fria una noche, de por sí poco hospitalaria. Solo y por primera vez en esta ciudad, no lo pensé dos veces y me lanzé a recorrer sus calles. Sin saber muy bien cómo, llegué a un punto en que los caminos se bifurcaban, por dos lados se extedían canales y por otro se accedía a una plaza. Me detuve un segundo, intentando en vano fotografiar una torre en medio de la oscuridad anaranjada por las luces de la ciudad.
Me interrumpe la amable voz de un anciano, de barbas blancas y un ojo desorbitado, que en un inglés bastante mejor que el mío comenzó a explicarme lo que tenía en frente. "Ese es la Munttoren, una de las entradas de la ciudad medieval", contándome un poco su historia y orientándome en la ciudad, añadiendo luego, que vivía en las calles a pesar del frio, pidiendo cortezmente si tendría una moneda que darle. Retribuída la información turística, me despedí dándole las gracias.
Continué mi camino hasta detenerme en la desierta Plaza Dam, donde se me acercó un sujeto unos 40 años, diciendo algo en neerlandés que no comprendí. Peguntando acto seguido de dónde era, si era primera vez que estaba en la ciudad y que había venido a hacer. Sacando a colación a Salas y Zamorano, como queriendo lograr cierta complicidad, me cuenta que es refugiado serbio que arrancó hace unos 10 años de Kosovo, donde las milicias albanesas habrían asesinado a toda su familia, habiéndose salvado solo por hablar albanés y hacerse pasar por uno de ellos. Pidiendo por cierto, una moneda él también, luego de aclarar que vive en la calle de manera ilegal pues se le acabó la condición de refugiado y no tiene trabajo.
Sin salir aun de mi asombro y dudando seriamente si volver a detenerme a fotografiar algo nuevamente, continué raudo mi camino ...
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