domingo, 31 de enero de 2010

Un día como tantos otros


Un silencio sepulcral, a penas interrumpido, por el periódico trinar de unos pájaros lejanos, cubre serenamente la totalidad de esta ciudad, cual si hubiese decidido tomarse un respiro. Afuera, el frio aire romano, aguarda tranquilo que terminen de pasar las horas, quizás cansado de azotar las ventanas y los árboles un par de horas atrás. La madrugada silenciosa de una noche de tormentas eléctricas, avanza veloz.


Amaneció nublado, gris, con una cansada lluvia intermitente. Como si hubiese estado arrastrada por la tormenta de la noche precedente. El día, recién en torno al medio día, logro sacurdirse definitivamente del lastre invernal, dando paso a una limpia y brillante jornada de sol. La cual, sin embargo, antes que pudiese desenvolverse como tal, se desvaneció fundiéndose en un ocaso frio, único y anónimo, como tantos otros.




No hay comentarios.: