Corría un caluroso y humedo día de julio en Roma. Sumergido en una marea de labores burocráticas ya costaba comprender muy bien cuál era el objetivo de cada uno de los certificados (papeles y documentos) que me habían pedido, para poder pedir un certificado que acreditara que mi hogar es digno de recibir a alguien. Pues bien, medio cansado, aun con sueño, miraba por la ventana del viejo Tranvía intentando no equivocarme en la parada. No conozco muy bien aún, esa zona de la ciudad.
Llegué a la Estación de Policía a la hora señalada. Pasados 3 minutos llega una amiga, que me ayudaría en estos trámites. Por primera vez en mucho tiempo llevaba endosada una chaqueta, para dar una sensación de seriedad. Luego de un par de palabras, a un grupo de oficiales que al parecer no tenían muy claro en que consistía su trabajo, nos quedó claro que no era el lugar que buscábamos. Partimos a su casa, tomamos en par de documentos que hacían falta, los fotocopiamos y nos dirigimos a la Estación de Policía del Pigneto. Barrio tradicionalmente lleno de jóvenes, gente alternativa e inmigrantes, como yo. Atención lenta, como de costumbre, cierta amabilidad cansada. Como de quien está harto de la filosofía de atención al cliente siempre con una sonrisa, pero que no alcanza a ser un mal tipo.
Se llena la salita de espera. Por ahí un par de viejas que se quieren avivar, algún bengalí que parece no comprender muy bien donde ir o que pedir. Todos esperando algo, hacer una denuncia, un carnet de identidad, un pasaporte y los benditos certificados de "Cesión de Inmuebles", que permite solicitar toda clase de otros certificados. Como la residiencia o el de "idoneidad alojativa", tras el cual iba yo.
Llega nuestro turno y nos recibe un italiano del sur, moreno, con sonrisa amplia y gesto amable. Por fortuna andaba de buen humor. Traía la camisa desabotonada y la barba de dos días. Nos pregunta que queremos y tras alguna explicación se gira y me pregunta directamente. ¿Y usted de dónde viene? De Chile, respondo mecánicamente. Un segundo de silencio, me mira a los ojos, alargando su sonrisa, se hecha para atrás con gesto de sorpresa y lanza: - Mish, ! lo felicito, usted no parece chileno ¡. -, yo sin reponder ni reaccionar. Insiste, tratando de aclarar que es un comentario amable ... - Es decir, usted no parece indígena, se ve que es un hombre como nosotros, así como civilizado -. Sentencia.
Sin salir de la sorpresa, y a pesar de la intervención de un segundo policía aclarandole que su comentario fue despectivo, me retiré con una extraña sonrisa en el rostro, y el certificado en la mano rumbo a una oficina municipal. El día de burocracia, estaba apenas empezando. Cruzamos una mirada, dos palabras, y reímos, este fue quizás el cumplido más extraño que me han hecho en mucho tiempo.
Llegué a la Estación de Policía a la hora señalada. Pasados 3 minutos llega una amiga, que me ayudaría en estos trámites. Por primera vez en mucho tiempo llevaba endosada una chaqueta, para dar una sensación de seriedad. Luego de un par de palabras, a un grupo de oficiales que al parecer no tenían muy claro en que consistía su trabajo, nos quedó claro que no era el lugar que buscábamos. Partimos a su casa, tomamos en par de documentos que hacían falta, los fotocopiamos y nos dirigimos a la Estación de Policía del Pigneto. Barrio tradicionalmente lleno de jóvenes, gente alternativa e inmigrantes, como yo. Atención lenta, como de costumbre, cierta amabilidad cansada. Como de quien está harto de la filosofía de atención al cliente siempre con una sonrisa, pero que no alcanza a ser un mal tipo.
Se llena la salita de espera. Por ahí un par de viejas que se quieren avivar, algún bengalí que parece no comprender muy bien donde ir o que pedir. Todos esperando algo, hacer una denuncia, un carnet de identidad, un pasaporte y los benditos certificados de "Cesión de Inmuebles", que permite solicitar toda clase de otros certificados. Como la residiencia o el de "idoneidad alojativa", tras el cual iba yo.
Llega nuestro turno y nos recibe un italiano del sur, moreno, con sonrisa amplia y gesto amable. Por fortuna andaba de buen humor. Traía la camisa desabotonada y la barba de dos días. Nos pregunta que queremos y tras alguna explicación se gira y me pregunta directamente. ¿Y usted de dónde viene? De Chile, respondo mecánicamente. Un segundo de silencio, me mira a los ojos, alargando su sonrisa, se hecha para atrás con gesto de sorpresa y lanza: - Mish, ! lo felicito, usted no parece chileno ¡. -, yo sin reponder ni reaccionar. Insiste, tratando de aclarar que es un comentario amable ... - Es decir, usted no parece indígena, se ve que es un hombre como nosotros, así como civilizado -. Sentencia.
Sin salir de la sorpresa, y a pesar de la intervención de un segundo policía aclarandole que su comentario fue despectivo, me retiré con una extraña sonrisa en el rostro, y el certificado en la mano rumbo a una oficina municipal. El día de burocracia, estaba apenas empezando. Cruzamos una mirada, dos palabras, y reímos, este fue quizás el cumplido más extraño que me han hecho en mucho tiempo.
2009
3 comentarios:
Extraño comentario...
Me gusta leerte. Siento que me dan ganas de conocer el mundo.
Muy bonita arquitectura por cierto. Estuve viendo las entradas anteriores de tu blog.
Por aca no se cuenta mucho, lo mismo de siempre. Sigo en prensa y tengo la misma rutina. Lo unico nuevo es que estoy decidida a salir a conocer el mundo el proximo año. No sé aún cómo ni dónde, pero, sé que quiero salir.
Me gusta leerte. Siento que me dan ganas de conocer el mundo.
Muy bonita arquitectura por cierto. Estuve viendo las entradas anteriores de tu blog.
Por aca no se cuenta mucho, lo mismo de siempre. Sigo en prensa y tengo la misma rutina. Lo unico nuevo es que estoy decidida a salir a conocer el mundo el proximo año. No sé aún cómo ni dónde, pero, sé que quiero salir.
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