Hoy. Tendido, en la tibia comodidad ajena de la capital italiana, no puedo si no pensar, ¿qué me queda de todo aquello cargué ese lejano día conmigo?. Probablemente nada. Los libros volvieron a Santiago, aún cuando les prometí que jamas volverían a hacerlo. La ropa, los zapatos y los accesorios se desvanecieron, junto a sábanas y frazadas, delatando su temporalidad. Los recuerdos, las colecciones, las cartas y las fotos se quedaron encerrados en cajas, empolvándose inúltilmente, junto a revistas arrumadas en rincones. Los documentos se vencieron, mutaron y fueron renovados, como un ave fenix burocrática. Las botellas, las latas, y algún mueble por ahí, perdieron la vida en el trajín de unos días medio inquietos.
Luego de poco más de una década, de todo aquello no resta nada. Salvo por un detalle, y un pequeño y gran objeto. Lo único que portaba conmigo ese caluroso día de febrero, y que hoy me acompaña aquí en la ciudad Eterna. Aquello que me ha acompañado a cada rincón donde he decidido, o me he visto obligado, a anidar. Me acompañó en cada departamento, casa, pieza o cuchitril, en el que viví alguna vez en San Pedro y Concepción. Partió conmigo a Chiloé, el año que decidí ir a “buscarme”, y terminé extraviándome. Estuvo conmigo, de vuelta, cuando traté de reencontrar los días que había dejado junto al Bío-Bío.
Años después partió conmigo a Algarrobo, y luego a San Antonio, cuando jugando a ser ejcutivo y grande, acepté un trabajo en el empresa portuaria de la ciudad, y me embarqué con una mujer en una relación seria, como si fuera adulto. También, estuvo conmigo cuando no muy convencido, apelé nuevamente al lado pragmático, y sin hacer mucho caso de las sensaciones, temores y deseos de volver corriendo a recorrer las calles de mi ciudad, opté por permanecer en Santiago, en vez de retornar a mi hogar en el sur. El amor es más fuerte, dicen.
(Continuará)
1 comentario:
Yo nunca llevé algo material a todos lados... pero si sentí que llevaba a una parte de mí a todas partes y a todos los rincones.
No elegí irme a la ciudad a la que me fui por mí... lo hicieron otros, y nunca entendí su decisión... ahora menos.
Quizás hubiera elegido... y también estaría llorando en el parque bustamanete con una mochila tan vacía como con la que me fui.
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