viernes, 8 de octubre de 2010

De vuelta a Concepción


Un buen día volví. Luego de casi tres años, mis pasos volvieron a pisar esas veredas, hoy por hoy, a mal traer. Volví al único lugar que he sentido como hogar, en mi incansable peregrinar por un puñado de ciudades, un par de países y una infinidad de casas y departamentos. Siempre supe que volvería, aunque está vez haya sido solo a dar una ojeada, tal como sigo sabiendo que volveré defenitivamente un día.

Ahí estaba la ciudad, para el ojo externo, casi normal, repuesta, en pié y funcionando. Con algunas pequeñas señas de lo ocurrido en el centro, pero dentro de todo "bien". Los escombros ya no están, las calles con sus hoyos y baches están transitables. Allí donde algo se vino abajo, sus restos ya no están, salvo por el más emblemático de todos que sigue ahí como un mudo testigo de una tragedía que pudo ser aún peor.

Sin embargo, aguzando un poco el ojo, el escenario es muy distinto. Edificios desocupados y con orden de demolición hay varios, algunos bastante emblemáticos (véase foto n°1); algunos de los símbolos urbanos de la ciudad, con serios daños estruturales, aunque todo parezca normal desde afuera (véase foto n° 2), y así muchas cosas más, desde el puente que ya no está, mientras el otro sigue cerrado, la infinita sucesión de grietas por todos lados.

Pero lo que más me llamó la atención fue la desesperanza. La sensación de abandono que en la otrora próspera capital del Bio-Bío, se respiraba. La ciudad parecía haber envejecido, haberse deteriorado y la gente con ella. Pasados 7 meses, es como si poco hubiese cambiado, más allá de la reposición de los servicios básicos, la reinstauración del orden público y de haber retirado de las calles las toneladas de escombros. La gente sigue ahí, apesadumbrada y sin hablar de otra cosa, esperando. Sin saber muy bien qué.

Pasada la urgencia, el resto del país se olvidó de la tragedia. Pero la ciudad quedó ahí, de rodillas, lacerada y maltratada. La reconstrucción, por parte del gobienro, nunca comenzó, la demolición o restauración de edificios emblemáticos, está suspendida, como bien me dijo un guardia de seguridad de la Intendencia Regional, porque no es una prioridad. Pasaran los años, este evento quedará como parte constitutiva de la identidad colectiva de ese pueblo y la ciudad, para "recuperarse", comenzará inorgánica y paulatinamente a destruir las señas del pasado, arrasando con el patrimonio, intentando construir una nueva, que no le recuerde estos dolorosos días. Como muchas otras veces lo ha hecho (en 1835, 1939 y 1960). No quise ir más allá, la falta de tiempo fue la escusa para no ver el puerto y los poblados costeros arrasados. Sin duda el panarama iba a ser peor.