Caminando entre las piedras y adoquines de la pequeña ciudad de Weimar, en Turingia, se comprende rápidamente la particular relación que Goethe tenía con los árboles y la naturaleza. Hay tiendas, museos y souvenirs que recuerdan está relación. El parque más grande e importante de la ciudad, de varios kilómetros de largo entorno al río Ilm, fue diseñado por el propio Goethe, y por estos lados a él se le atribuye el haber introducido el Ginko Biloba. Lo cierto es que al menos un poema del gan poeta alemán fue inspirado en las propiedades del bendito árbol.
Sin embargo, sobre todos los árboles que adornan la ciudad, sus parques, bosques y alrededores, hay uno que destaca sobre los demás, encerrando una rica y dramática historia. Se le conoce como el "árbol de Goethe". Un viejo roble a la sombra del cual el poeta se tendía a pasar las tardes con Charlotte von Stein, una dama de compañía de la duquesa de Weimar.
Quizó el destinó que cuando los nazis construyeron el campo de prisioneros políticos de Buchenwald en 1937, en la colina Ettersburg donde otrora la burguesia y nobleza de Weimar iba de paseo, el bendito roble de Goethe quedara encerrado en su interior. El árbol pronto se convertiría en un símbolo, él de cierto modo representaba al gran poeta alemán, que constituye parte esencial del alma de la cultura alemana, sirviendo como luz de esperanza para muchos prisioneros en medio de la barbarie a la que eran sometidos.
Sin embargo, hacia el final de la guerra un bombardeo estadounidense alcanzó al campo, incendiando el celebre árbol, debiendo ser talado. Si bien, las bombas incendiarias no fueron suficientes para borrar la memoria de Goethe, si bien solo sobrevive en el lugar un pequeño chongo. En medio de la soledad del campo desmantelado en 1950, permanece como mudo testigo de la barbarie de la guerra, la base talada del árbol que en algún momento inspiró a una de las mentes más lúcidas de la historia de ese país y que hoy recibe a miles de visitantes. Como si fuera un prisionero mutilado que se niega a abandonar el campo